MARÍA CAÑAS. KISS THE FIRE
Regina Pérez Castillo
La femme fatale ha sido vinculada al concepto de lo “sublime” descrito por Kant en numerosas ocasiones. Aquello que es realmente inconmensurable, cuya fuerza natural nos sobrepasa y es capaz de destruirnos, genera en nosotros un sentimiento de displacer: nos atrae y a la par nos aterroriza. Podemos pensar en la Lulú devoradora de Frank Wedekind, aquella chica de rostro angelical que encantaba a los hombres, los seducía y finalmente los mataba. Lulú es el deseo exterminador que reduce a cenizas el orgullo masculino.
En Kiss the Fire la videocreadora María Cañas (Sevilla, 1972) habla precisamente del amor como un ente que consigue aniquilar al hombre, un campo de batalla donde confluye lo extático y lo demoníaco. Las imágenes de las que la autora se apropia pertenecen a un imaginario muy concreto: sexo y muerte en la tradición pictórica, la pornografía, el cine, Internet… María Cañas es una fagocitadora de imágenes, por lo que cualquier medio audiovisual se convierte en su fuente de inspiración. Con todas ellas, la artista genera un relato fílmico plenamente esquizofrénico que describe la capacidad destructora de una mujer entregada al mal y la perversión −dos nuevos terrenos que ha conquistado−, superando los límites patriarcales y antropocéntricos. Así pues, las figuras femeninas de la narración son casi musas de ensueño, con curvas exuberantes y carmín, perspicaces y cínicas que reducen la moralidad de los hombres y les hacen padecer los dolores del anhelo letal: ignición y decapitación. Resulta inevitable recordar la relación que Marcel Duchamp estableció entre la novia y los solteros en su La mariée mise à nu par ses célibataires, même, el famoso Gran Vidrio. En la estampa inferior se situaban los zánganos (los solteros), brindando el éxtasis de su amor y esperando el momento de la muerte ritual, mientras que en la estampa superior la novia absorbe a estos amantes ilusorios como mantis religiosa que decapita los moldes málicos hasta devorar el cuerpo masculino en el acto de mayor erotismo. Deseo y muerte se funden indisolublemente. Todo ello ambientado en una serie de espacios insólitos: edificios en llamas, desiertos donde una bomba atómica explosiona o, simplemente, oscuridad.
La superposición de imágenes es imprescindible en Kiss the Fire. Esta estrategia videocreativa permite a la artista vincular dos imágenes distintas, generando una metáfora visual concreta. De este modo, el pequeño hombre prendido en fuego no solo salta por una ventana, sino que también lo hace a través de unos labios rojos de mujer; el ojo de Holofernes (de la obra Judith y Holofernes de Caravaggio, 1598-1599) se convierte en la vagina de una chica insinuante; y por supuesto, las llamas, elemento de potente simbología (la pasión, la destrucción, la purificación…), se superponen una y otra vez a lo largo del vídeo.
Música y efectos sonoros contribuyen a la creación de esa atmósfera fatal. Violines estridentes y acordes disonantes, propios de una película de terror, sumergen al espectador en una escena en la que se masca la tragedia.
Kiss the Fire es una de las obras más representativas dentro de la producción de María Cañas. Su carrera como artista visual y videocreadora siempre ha estado marcada por una potentísima actividad apropiacionista del imaginario pornográfico, un mundillo creado para y por el hombre, en el que la figura de la mujer es degradada descaradamente y que, por si fuera poco, es omnipresente en nuestra cultura. La clave de sus obras reside en la transformación de dicho imaginario al más puro estilo “Frankenstein”, una labor donde la artista pone en juego su enorme agudeza mental y su amor por lo artesanal. Cañas consigue destruir el mensaje falocéntrico para dar vida a otra cosa, un mundo mutante, monstruoso y marciano que rompe con los cánones de belleza tradicionales y que atiende muy bien a aquello que Breton explicaba al final de su novela Nadja: “La belleza o será trémula o no será”.
Por encima de los temas de género o identidad, que efectivamente son una constante en la obra de María Cañas, encontramos continuas referencias a la pequeñez del ser humano frente a las fuerzas de la naturaleza, la ínfima importancia de nuestra estampa y nuestros problemas. La posición de la artista en este ámbito no es crítica, sino chamánica, pues nos muestra la energía y la magia, las sinergias y destellos que se desprenden de esos ámbitos contradictorios, y por supuesto, el sentimiento de rabia que ella misma experimenta ante tan gigantesca antítesis.
Este pandemónium o acto nigromántico nos enfrenta a los extremos más brutales del amor. Un amor más sexual que tierno, más cercano al crimen que a la vida, y que en consecuencia, se presta a la demencia y la perversión. Besar el fuego comporta placer, pero también dolor.
María Cañas, Kiss the Fire, CAC Málaga. Del 15 de enero al 12 de abril de 2015.