CATACLISMO

SOBRE CÓMO EL FEMINISMO SE INFILTRÓ CON EL CABALLO DE TROYA O MÁS BIEN CON LA PELÍCULA ‘BARBIE’

 

SOBRE CÓMO EL FEMINISMO SE INFILTRÓ CON EL CABALLO DE TROYA O MÁS BIEN CON LA PELÍCULA ‘BARBIE’
Laura Triviño Cabrera

Aparecen unos tacones con pompón rosa, pies de puntillas y un escenario total pink. No hay duda, es Barbie. Si no teníamos suficiente con el auge del posmachismo y con ello, los bulos machistas, el aumento de los discursos de odio hacia las mujeres y el peligro de un retroceso en la conquista de los derechos humanos; aparece una película cuya protagonista es una muñeca que impuso un canon de belleza femenino para generaciones de niñas durante décadas: mujer blanca occidental, rubia, de ojos azules, delgada, joven, heterosexual y sin diversidad funcional. Barbie representa la ‘perfección física’ que toda mujer deseaba alcanzar y que todo hombre deseaba poseer. Y todo ese mundo de ensueño está pintado de color rosa, el color que ha servido para fortalecer los estereotipos de género; pese a que no siempre fue así, y justamente, el color azul sirvió para identificar a las mujeres en Occidente hasta el siglo XX.

Además, se ha llegado a expandir la absurda idea de que para ser feminista hay que rechazar el color rosa. Algunas de nuestras alumnas llegan a pensar que el movimiento feminista les “prohíbe” llevar el color rosa. Pues para todas esas mujeres que ansían reivindicar el rosa porque ese feminismo ‘tan malo’ no les deja, se presenta uno de los mayores fenómenos culturales y comerciales de todos los tiempos que tiñe de rosa las salas de cine, las colecciones de ropa de las multinacionales, la gastronomía, los accesorios de cocina, de baño, etc. Todo lo que puedas imaginar se transforma en rosa en honor a Barbie, la icónica muñeca mundialmente conocida y criticada por su superficialidad por el movimiento feminista y que su aparición congratula al machismo de antaño y a recuperar la idea de mujer como bello sexo.

Parte del público hater se ha relajado porque, en esta película, su actriz es exactamente igual a la muñeca y ha respetado el icono, a diferencia de la nueva Sirenita, la actriz afroamericana Halle Bailey, cuya película no merece ser vista, para algunos y algunas, porque ha ‘arruinado’ el recuerdo infantil al no ser representada por una actriz que se pareciera a una sirena de tez blanca, pelirroja y de ojos azules.

Pero es que Barbie o más bien su directora, Greta Gerwig, ha jugado sus cartas feministas muy inteligentemente. ¿No queréis ‘inclusión forzada’ cuando se trata de la protagonista? No os preocupéis, pondremos como protagonista a la “barbie esteotípica” (rubia, ojos azules, alta y delgada) y os lo pasaréis muy bien con todo el merchandising, los recuerdos infantiles con vuestras Barbies y los selfies jugando a ser #Barbie en redes sociales. Todo, tal y como os lo imagináis, superficial, fantástico y muy plástico, tal y como marcan las industrias hegemónicas y los medios de comunicación.

Y como muñecas secundarias, nos permitiréis aceptar que haya otras Barbies correspondiente a la línea inclusiva (diferentes razas, peso, altura, diversidad funcional…); tal y como lo hicisteis con las princesas Disney de diferentes países y culturas (siempre y cuando sean protagonistas de sus historias en sus zonas geográficas y no protagonicen la ‘única Historia’, la historia occidental).

Hasta Barbie ha despertado de la caverna patriarcal y ha vuelto para educarte en feminismo, no desde las aulas – porque podríais decirnos que imponemos la ideología de género…- sino desde unas salas de cine abarrotadas, a las que el público va voluntariamente, pagando su entrada. Y si volcaste todo tu odio hacia La Sirenita por una protagonista negra, ni te imaginas cómo Barbie blanca y rubia te está metiendo goles en tu propia portería y he aquí las claves (atención spoiler):

1. Barbie no tiene como objetivo vital ser madre, nunca tuvo pretensiones de que las niñas lo fueran. De hecho, el lema de Barbie es “tú puedes ser lo que quieras ser”, dirigido a que las niñas aspiren a ejercer cualquier profesión. Al inicio de la película, se explica que esta muñeca se crea, como alternativa, al cansancio de las niñas que únicamente podían jugar a ser madres, a través de sus muñecos bebés.

2. Barbie no está enamorada de Ken. El público se pasará la película, esperando que Barbie y Ken terminen juntos porque justamente eso es a lo que nos acostumbran, a que no hay final feliz si no se hay una pareja feliz (algo que sí ocurre en La Sirenita). Barbie no sólo no muestra interés por Ken, sino que no muestra interés alguno por encontrar pareja. Esto deriva en una crisis de identidad de un Ken que no sabe quién es, sin Barbie. Ya lo dice el cartel: Ella es todo y Él es sólo Ken. Barbie no necesita de Ken para sentirse valorada. De hecho, cuando se reconocen los méritos de una Barbie en su profesión, ésta añade: “me lo merezco”. Adiós, al síndrome de la impostora. En el lado opuesto, se encuentran los Kens que, cuando instauran el patriarcado, necesitan de Barbies que les escuchen durante horas en silencio y a las que tengan que explicarles cosas que ‘no saben’, el mansplaining del mundo real… Cuando las Barbies recuperan Barbieland, Ken se echa a llorar y no quiere que nadie lo mire hecho un mar de lágrimas. Una vez más, se hace hincapié en la necesidad de deconstruir el estereotipo de que los hombres no lloran.

3. Barbieland puede ser una especie de utopía feminista porque la sororidad es el eje fundamental y las Barbies gobiernan las instituciones, ejercen todas las profesiones (desde obreras, carteras, médicas…), tienen sus propias casas y coches, son educadas, muy felices, mantienen la seguridad y el orden y un dato importante, ignoran a los Kens. Los Kens son un accesorio más de las Barbies. De hecho, Ken se crea como si se tratara de la ‘costilla’ de Barbie, un desafío pop al relato bíblico. Y esto conduce a que Ken se sienta admirado y cómodo en el mundo real, y le anime a llevar el patriarcado a Barbielandia. Ken se siente inspirado por personajes como Rocky o Danny Zucco y logra lavarle el cerebro a las Barbies para que se sientan felices viviendo sometidas a los deseos masculinos y abandonando sus profesiones. Poco a poco, Barbieland es un lugar donde domina el caos, la suciedad y la reducción de las mujeres a meros adornos, carentes de aspiraciones; con el peligro de derogar la Constitución de Barbieland y, por ende, los derechos de las Barbies a ser quienes quieran ser.

4. En esta película, se plantea implícitamente la solución al patriarcado. Las mujeres y algunos hombres que escapan de esa masculinidad tóxica, representados en Alan tienen que unirse y tienen que hablar sobre sus propias experiencias vitales, interseccionales e intergeneracionales. Así es como despiertan de su opresión, compartiendo sus angustias, sus problemas, sus esperanzas y sus metas. Una vez que las Barbies hayan dejado de ser unos títeres en manos de los hombres y hayan roto sus cadenas mentales y físicas, vencen a los hombres, induciéndoles a rivalidades entre ellos. Justamente, se trata de una de las estrategias que ha utilizado el patriarcado con las mujeres, consiguiendo que compitan entre ellas por ser las más bellas, las más deseadas, las más perfectas… Finalmente, las mujeres logran restaurar su Constitución y el gobierno de las Barbies. Por tanto, una mayoría de mujeres en los gobiernos asegurarían el fortalecimiento de una cultura de paz y bienestar social.

5. Barbie cuestiona su propia representación como estereotípica y cuando vuelve del mundo real, se convierte en barbie depresiva. Además, físicamente, cuando observa que sus pies son planos, Barbie afirma que si siempre llevase los pies planos sería incapaz de llevar tacones. Una indirecta a ese mundo real en el que las mujeres se sienten obligadas a llevar tacones y el correspondiente dolor de llevarlos. Barbie evoluciona desde su plasticidad hacia su racionalidad feminista, con reflexiones filosóficas acerca de la existencia humana y de la necesidad de dejar de ser una idea infinita, un objeto al servicio de otros, para ser una persona creadora de significados, un sujeto que piensa. No le importa las imperfecciones, la celulitis, la depresión, la ansiedad, la tristeza, las lágrimas… que tendrá que asumir como humana y como mujer en una sociedad patriarcal, si deja atrás ser una muñeca dirigida por una multinacional en manos de hombres. He aquí otra de las claves. En esta película, se reconoce a la creadora de la muñeca, Ruth Handler, porque las mujeres son productoras, aunque, difícilmente, llegan a los puestos de poder de las multinacionales, evidenciando el techo de cristal. Barbie se decepciona cuando observa que, en la cúpula de Mattel, sólo hay hombres rigiendo cómo tienen que ser las Barbies para las niñas. Por eso, es tan relevante el encuentro entre la creadora (Handler) y su muñeca Barbie. De hecho, hay una advertencia. El patriarcado impuesto por los Kens arrasa en ventas y se convierte en un éxito comercial. Por tanto, el feminismo vende pero puede que deje de vender y esté demodé, y sea sustituido por un posmachismo como el que se está propagando y se está poniendo de moda, teniendo sus propios lugares de expansión, lo que se conoce como manosfera.

La Barbie de Greta Gerwig ya no es estereotípica, es feminista. Barbie no es un objeto, es sujeto que piensa, crea y al final, deja atrás el color rosa. No obstante, antes ha logrado con una espectacular campaña de marketing atraer a público que no imaginaría que iría al cine, a ver una película que, con humor inteligente feminista, logra que pienses sobre la realidad de un mundo machista, las posibilidades de una utopía feminista y las estrategias de las mujeres para alcanzar sus derechos y el de todas las personas que se encuentran oprimidas y excluidas por el sistema patriarcal capitalista. Pero recuerda, el mundo feminista necesita de una alianza interseccional e indestructible de todas las mujeres para luchar contra el patriarcado.

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