CATACLISMO

ENTREVISTA A PIEDAD SOLANS (4ª parte y última)

Portada del libro con la foto de la artista Tamara Abdul Hadi, War Machine Graveyard,Sulimaniyah-Kurdistán, norte de Iraq, 2012

ENTREVISTA A PIEDAD SOLANS (4ª parte y última)

LA MORDAZA DE IFIGENIA. MATERIALES PARA UNA CRÍTICA FEMINISTA DE LA VIOLENCIA.

María José Aranzasti

Luego está todo el lenguaje tan perverso que se ha tolerado. El lenguaje brutal de muchos refranes. Tu recogías los refranes: “pega a tu mujer todas las mañanas, si tú no sabes porqué ella si lo sabe”.” La mujer con la pata quebrada y en casa”.

En uno de los capítulos haces referencia a algunas letras de canciones contemporáneas, de cantantes muy admirados, muy aplaudidos, que cuentan con miles de miles de fans. Recoges letras de Mick Jagger, de Jimmy Hendrix, de Paul McCartney, de Sergio Dalma, de Joaquín Sabina… Personas muy transgresoras por un lado que se convierten en verdaderos amenazadores de muerte y de violencia.

Son machos alfa y tienen un rol que es el de perpetuar, publicitar y vocear el mismo mandato. En realidad, es un mandato de silencio y al “cállate”. Cállate, decía la iglesia, calla mujer, decía el tirano. No hables. Y otro mandato: yo tengo el derecho a ejercer la violencia. “Yo la puedo matar”, cantaba Jimmy Hendrix, por ejemplo. Yo tengo el derecho sobre ti. Volvemos siempre a lo del principio: el dominio sobre cualquier manifestación de la vida. Cómo vamos a llegar a la ciudadanía real democrática si subyacen todas estas cuestiones, estos machos alfa que siguen cantando por ahí. Eso no es democracia ni ciudadanía. Y hasta que no transformemos desde abajo, desde el lenguaje también, esas estructuras, no vamos a poder llegar a la igualdad real ni a la ciudadanía.

Entonces, todo esto en realidad es lo mismo también como en la guerra, el lenguaje es un vehículo de violencia, de sometimiento, de humillación, con el cual se construye la víctima, la persona dominada. Ese cállate, fíjate, el mismo está en la letra de Mick Jagger, cuando dice: “cállate, cállate, cállate”. Porque ella es estúpida, mira cómo va por la calle, mira cómo se viste. Está fundado en el desprecio. En ese sentido es lo mismo que Lutero cuando dice: si mueren en el parto, benditas sean, que al menos habrán hecho algo útil. O los Padres de la iglesia cuando dicen: la mujer no debe hablar en las asambleas. O Telémaco cuando le dice a su madre, Penélope: cállate madre, vuelve al telar y al huso, hablar no es cosa de mujeres.

 

Al sitio doméstico

Al silencio. Me sorprende por parte de ciertos feminismos esta idealización de figuras como Penélope. En realidad, es la figura de la mujer que está esperando, que es tímida, que es fiel al marido que es un sinvergüenza y anda por ahí… Igual que la Molly de Joyce. Ella está esperando, él está en el espacio público, teniendo aventuras, ilustrándose, entrando en las bibliotecas, paseando por las calles, con las prostitutas, etc. Él está en el espacio público, con libertad. Y ella sigue en el espacio doméstico y en el espacio de sus propias emociones, en los pensamientos, en la cama, en ese ensoñamiento. Y, al final le dice: “te amo, te quiero”.

Pero fíjate todo lo que hay ahí. Yo en realidad, lo que hago, es un trabajo sucio. El trabajo sucio de sacar todo eso. Primero de desmontar esa sublimación tanto en las figuras femeninas, como en las masculinas. Las mujeres escritoras han sacado la parte sucia del tema. Han dicho sí, sí, Antígona, Casandra, pero me estás clavando el puñal. Entonces se trata de desvelar lo que esa ideología contiene, de darle la vuelta. Esa es la auténtica revuelta. No es hablar desde una voz que no tenemos, porque no se puede construir lo que no se tiene. De aquello que tenemos, de aquello que nos ha configurado, desplazarlo a otro lugar y hablar desde ese otro lugar.

Es una operación de revuelta. De dar la vuelta y de desplazamiento hacia otro sitio. Y, claro, en ese desplazamiento siempre está la voz del otro porque es la que te ha construido. Yo no estoy completamente de acuerdo con Gayatri Ch. Spivak. Creo que hay un sujeto. No el sujeto desde la idea de sujeto que ha construido, digamos, el saber europeo, de la idea de subjetividad, sino siempre hay una persona ahí que siente humillación, que siente daño, que siente dolor y que va a revolverse contra eso. Que la revuelta no es nuestra, la revuelta no pertenece a las organizaciones europeas, la revuelta existe. Siempre que se pisa a un animal, a un ser humano, se revuelve. Entonces hay una protesta contra ese ataque a la integridad. Otra cuestión es cómo se suprime o acalle.

Y desde ahí, ese es un sitio muy interesante, como decíamos antes…, cuando reaccionamos con miedo porque estamos inmersa/os en las imágenes, en unos eslóganes, en las consignas, en la catástrofe, en el terror que viene, en la amenaza del enemigo, o de la extrema derecha que nos va a eliminar, en la regresión… En todo eso, desde ahí no. Todo eso es, digamos, un filtro, filtros y filtros que nos paralizan. Porque hay que situarse en la base del dolor, en la base de la protesta. Es decir, a ver, que estás rompiendo mi integridad, pero desde una base muy real. Y desde ahí es donde se construye esa rebelión, esa revuelta.

Por eso, ahora, en Europa la gente está protestando. Porque ya la gente no se podrá duchar todos los días, porque no tendrá gas. No hay suministros, suben los precios, ¿por qué? Porque nos toca ya a la integridad de la propia vida. Cuando toca al dolor… Eso no podemos perderlo de vista.

 

Está claro…

Decías antes sobre las escritoras y artistas que se apropian de las figuras fundamentales de Casandra, de Antígona, de Ifigenia o de Penélope… Nunca es para convertirlas en modelos femeninos o para ensalzarlas. Es para desplazarlas a otro lugar que es el de la voz que se ha suprimido. Y muchas veces es la voz del dolor, por ejemplo, en Christa Wolf la voz de Medea o la voz de Casandra. Es la voz del dolor la que habla. Siempre es la voz de la que dice me has asesinado, me has violado, me has acallado, me has amordazado. Es esa voz, esa voz que hay que hacer que emerja.

 

Ese es uno de los objetivos del libro, ¿no?

El libro enfoca la construcción del lenguaje patriarcal como un instrumento de dominio, que tenemos que desarticular también. Y como esta construcción está constantemente desvelada y constantemente desarticulada por los feminismos.

Todo aquello que vemos normalizado, o, por ejemplo, los conciertos de rock, las letras del rock, el relato que escuchamos en la radio o en la calle. Todo esto que nos parece normal y que ha pasado al rango de la banalidad porque lo hemos normalizado, hay que revelar su cara auténtica.

Por ejemplo, en Alemania, cuando vino el nacionalsocialismo, había una parte de la población que quería seguir viviendo bien, que la vida siguiera siendo “normal” mientras que, al vecino, a la vecina, a la familia entera se la estaban llevando de su casa. La Gestapo les detenía, les deportaban a los campos. Y lo sabían, lo sabían, pero no lo querían revelar porque en la ocultación se basa el poder. El poder se basa en el silencio. El silencio, el miedo y la mentira son sus instrumentos. Entonces se dice que todo va bien, aquí no pasa nada, seguimos viviendo bien, contra nosotra/os no van a venir porque somos alemana/es, etc. etc. (las personas judías también eran alemanas). Eso es la banalidad: ocultar la realidad que estás teniendo delante, que se están llevando a tu vecina, o a tu compañera de colegio y desaparecen. Entonces hay ese juego entre dos fuerzas. Por un lado, la que lucha por sobrevivir, por “normalizar” la vida en medio del desastre, y no dicen nada. Es una colaboración, se colabora manteniendo ese sistema de terror o ese sistema de injusticia. Y por el otro, el de las víctimas, claro, que no pueden tampoco protestar porque son acalladas, eliminadas o exterminadas.

El silencio es una de las bases garantes del poder contra las mujeres y de los autoritarismos, de los sistemas políticos en las guerras. Se trata de silenciar, se trata de ocultar, se trata de que no se vea lo que sucede y de mantener la regularidad.

Y por eso, en el libro, el lenguaje que se manifiesta es a través de todas esas voces, no a través de mi voz, sino a través de una sinfonía de voces. Es decir: estoy aquí, me has ocultado, me has silenciado, me has violado, me has explotado. Pero, yo estoy aquí, y lo estoy viendo y lo sé, y quiero que se sepa, que se vea, sacarlo a la luz.

 

Después de la Mordaza de Ifigenia ¿Qué es lo que se te ha quedado pendiente? ¿Qué viene después de ella en tu mundo de investigación? Me imagino que te habrán surgido cuestiones para seguir trabajando y reflexionando

Este ensayo no puede ser visto como un libro unitario sino como la asociación de breves libros, digamos. Y los textos se asocian. A veces hay puntos de unión. Pero los temas son bastante diferentes, aunque la subordinación y la violencia siempre están ahí recorriéndolo junto al hilo del patriarcado y de la guerra, evidentemente, que va desde el principio hasta el final del libro y termina con la última frase de Urszula Aszyck[1].

Yo no lo he concebido como un libro sino como la articulación de diversos ensayos que podían haber sido cuatro libros cortos que se unen.

Lo que estoy trabajando y desde hace años es el tema de las estructuras de la violencia y la tecnología de la violencia. No sólo como tecnología de las armas, sino que la violencia no es una explosión fortuita o que le da a alguien por decir: ahora me levanto y hago una guerra. Hay una tecnología de relaciones, de asociaciones, de instrumentos porque la violencia es un rizoma, una estructura muy poderosa. Y, claro, estoy, pues, en el tema del desarrollo de la violencia de las guerras, y también desde un tema que me interesa siempre mucho, que es el genocidio: desde Auschwitz, cómo se organiza esa tecnología hacia las poblaciones, hacia el control de las masas.

Lo que estoy iniciando ahora es enfocar la mirada hacia esta violencia colectiva, no solamente hacia las mujeres, sino hacia la población. En realidad Auschwitz no ha desaparecido. Auschwitz, como dijo Imre Kerstescz no fue cancelado, no fue disuelto desde dentro. Desapareció porque los aliados ganaron la guerra. Pero cierta mentalidad ha seguido desarrollándose, continúa.

 

¿Entonces sería sobre la guerra y los genocidios, ¿no?

¿Qué está pasando hoy día? ¿Qué está pasando ahora mismo, por ejemplo?

Hay una artista muy interesante, una cineasta norteamericana que se llama Peggy Ahwesh, a quien cito al final del libro. Ella está trabajando con figuras de animación. La figura de animación con la que están trabajando mucha/os artistas cada vez suple más la figura humana que se concibió desde Leonardo da Vinci: el hombre como centro del universo, que no existía en el medioevo, porque en el medioevo no era el hombre el centro del universo sino Dios. Y su figura es minúscula, dependiendo de rangos, jerarquías, etc. Pero estas figuras que construyó la pintura renacentista italiana, que siguen en el barroco hasta el Romanticismo, en realidad son representaciones centralizadas de lo humano, y también son “artificiales”. Así como la figura que se construyó en la Ilustración y el racionalismo de Descartes: yo pienso, luego existo. Yo soy el sujeto pensante y lo otro es el objeto. La idea de que el cuerpo es un “objeto” a abrir, a destripar y a observar (por qué no, a violar). De aquí que si lo otro es el objeto, tengo poder sobre él. Y como está constituido bajo su observación como objeto todo funciona como una máquina. Estas figuras, he de decir, masculinas, abren un concepto al tiempo que se destruyen en Auschwitz y en la Segunda Guerra, con el poder de controlar, transportar y aniquilar técnica y administrativamente no sólo individuos sino masas.

Seguir este hilo me interesa. De la construcción de la figura humana desde el Renacimiento, para ver qué es lo que está pasando hoy día, cuando se utiliza la animación por la/os artistas. La animación está siendo cada vez más utilizada también por las empresas, los medios de comunicación y la publicidad  para representar al ser humano amorfo y como “masa”.

Y si lo miras ahí no hay rango, casi no hay género. Esto va hacia una robotización, automatización, supresión de las identidades, de las historias personales, del cuerpo, hacia una masificación, a una visión masiva de la sociedad, donde no hay diferencias sino cuerpos amorfos, masas que son desplazadas por los aeropuertos, por los centros comerciales, por las redes y autopistas (o fueron conducidas hacia cámaras de gas). Es decir, la supresión del individuo que nace en el renacimiento y representa un poder, en esta sociedad de masas, donde cada vez el control corporal y sociocognitivo es mayor y se va a una menor resistencia.

 

Una globalización que hace perder la identidad de todo tipo

Sí, aunque perder la identidad tampoco está mal. Porque hay demasiadas identidades del yo, yo, yo… Del “yo” o “nosotros” como centro del universo, del yo como poseedora de esta tierra, de este pueblo, o poseedora de esa idea de identidad “auténtica”. Es bastante masiva. Y peligrosa.

Más que la idea de identidad se trata de la idea de individualidad frente a la de identidad. Nos hemos construido, sobre todo en Europa, como individuos. Como individuos pensantes y de acción. Hemos hecho las revoluciones. Y también hemos llegado a la sociedad del bienestar y la democracia.

Hemos llegado a conseguir logros. Nos hemos individualizado. Pero la construcción del individuo cada vez más tiende a disolverse. Se tiende a crear espacios como no-lugares y a la producción de grandes masas consumidoras de lo que sea: de naturaleza, del aire, del sol, de viajes, de objetos, de producción de saberes, de marcas, de lo que sea… Y tiene mucho que ver con la violencia machista que está sucediendo en los jóvenes, con el derecho al uso del cuerpo, la mente y la sexualidad de las chicas, a violarlas como un “consumo”, un entretenimiento, una diversión… Tiene que ver con la idea de “masas”. Porque la concepción del cuerpo propio, la definición del individuo se disuelve. Entonces, tú no eres más que algo abstracto que está ahí en el ordenador, en la imagen. Eres una imagen. Y te deshaces, no significas nada para mí. Entonces, puedo pasar por encima.

¿Por qué desnudaban a las personas antes de ir a la cámara de gas

 

Para quitarles y despojarlas de todo, para humillarlas

Despojarlas de su historia, de sus vestidos. Humillarlas y hacerlas vulnerables. El objetivo de hacer vulnerables a las masas. Todo esto me interesa, lo estoy gestionando.

 

Yo he estado encantada con este libro.Creo que es una herramienta muy útil para seguir reflexionando y que va a servir para trabajar a partir de él y un libro muy necesario al que vamos a acudir para consultar.

Por eso ese título inicial “La mordaza…” pero luego se pone el complemento de “materiales”.

 

Materiales para trabajar…

No doy soluciones, no soy ideóloga. No tengo visiones maravillosas… Busco y ofrezco materiales.

 

Desvelas, vas escogiendo materiales, textos y los vas presentando…

Cuando leéis el libro, disponéis de materiales para después ir elaborándolos, proyectarlos hacia otro lugar. Os da instrumentos. La idea es la colaboración, cooperación colectiva, como apuntaba Lynn Margulis. Lo interesante es que se lea el libro y lo que produzca y mueva en las personas que lo lean es mi propia satisfacción.

Vamos ligando todo porque hemos empezado con la estructura de la guerra y la violencia patriarcal. Fíjate que la violencia asimilada es muy abstracta y oculta mucho, nos hemos ido metiendo más y vemos cómo de la estructura inicial del patriarcado como un clan piramidal hemos pasado ahora a situarnos en la base. De la idea de la fuerza pasamos a la idea de que actuamos como bases, en una colaboración colectiva y horizontal como mujeres.

 

Has hecho un trabajo de siete años, al final te ha sido arduo, difícil de terminar y de compaginar los cuatro capítulos. ¿Qué es lo que ha sido más difícil?

Ha sido un trabajo largo, no difícil, porque no busco conclusiones, sino que a veces los capítulos se cortan y ahí te dejan, el texto puede continuar contigo. Las voces no terminan de hablar entonces, no me ha producido un problema, si tú te pones como sujeto del poder, tienes que dar fines, soluciones. Como no me he puesto ahí porque lo he articulado a través de otras voces, ese poder ha sido construido por todas esas voces, en ese sentido ha sido emocionante ir descubriéndolo y ha sido muy apasionante.

Más que nada se trataba de trabar una cuestión epistemológica, de que se vea cómo se construye el lenguaje de la violencia y que los feminismos producen una ruptura del saber y del mandato. Eso es más difícil. Y no siempre se ve por parte de las personas que lo leen porque a menudo van buscando que se les indique un camino, que se les den unas pautas, coger un lápiz y empezar a subrayar las cosas “importantes”, que me “ilustren”, nos ponemos en esa posición.

 

Yo he subrayado un montón de cosas en el libro. Ha sido verdadero placer leer el libro.

Claro que sí. Eso son los materiales, pero no porque te esté indicando la dirección. He querido romper eso: tú no sabes y yo te estoy ilustrando. Yo soy la que sé por academicismo, la autoridad. No. Esto ha sido el desafío de romper esta jerarquización y dar una horizontalidad a las voces que hablan.

Posicionarte en ti y no en el mandato del otro. Coge tus instrumentos, los elementos que tienes de toda tu vida, de tu experiencia. No tengas miedo, posiciónate

 

Te haré caso. Lo intentaré. Te agradezco por todo, por tu libro, y por cómo lo has llevado

A través de ti, estos materiales se extienden. Tenemos mucho trabajo que hacer, construir  comunidad.

 

[1] “La guerra es un permanente orgasmo de cadáveres. Mira, Agamenón si quieres mover tu ejército de puerto, a ese impotente de Troya, territorio de apocalipsis, sacrifica a Ifigenia, tu hija y mándamela”. Urszula Aszyck, Reescritura, intertextualidad y autorreferencialidad en dos espectáculos de Antonina Grzegorzewska, Ifigenia y Tauryda. En “La mordaza de Ifigenia” de Piedad Solans, pag. 428.

 

 

 

 

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