CATACLISMO

ALICE GUY BLACHÉ, LA PRIMERA DIRECTORA DE CINE

alice guyblanche fotogramaFotograma de Alice Guy Blaché, Madame a des envíes, 1907

 

ALICE GUY BLACHÉ, LA PRIMERA DIRECTORA DE CINE

Mª Concepción Martínez Tejedor
Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos

Durante 2013 hemos podido disfrutar en CaixaForum de una espléndida exposición sobre el denominado “mago del cine”, el francés Georges Méliès, con un gran despliegue de proyecciones, fotografías, dibujos, aparatos cinematográficos, trajes, etc. A lo largo de la exposición se mencionan nombres de cineastas que, de una manera u otra, se relacionan con Méliès (como precedentes, como contemporáneos o como herederos estilísticos), pero en ningún momento aparece el nombre de ninguna directora de cine. Incluso en el propio catálogo de la muestra la referencia a la protagonista de estas líneas, Alice Guy, es meramente anecdótica.

¿Es que no existieron “magas” en los albores de la cinematografía? ¿Es que ninguna mujer se atrevió entonces a afrontar la dirección en esta industria/arte que tan fecunda trayectoria habría de desarrollar a lo largo de la siguiente centuria? La respuesta está clara: sí que existieron.

Durante los primeros años del siglo XX, y ciñéndonos estrictamente al campo de la realización, podemos mencionar a las estadounidenses Lois Weber y Mabel Normand, a la italiana Elvira Notari, a la francesa Jeanne Roques (conocida como Musidora) o a la canadiense Nell Shipman, a las que encontramos ya experimentando con las imágenes en movimiento (y, a veces, incluso con el sonido) en plena época del cine mudo.

Pero el primer nombre ineludible, la que inicia el pedregoso camino, es sin duda Alice Guy Blaché (1873-1968), compatriota y contemporánea de Méliès: pionera como él, entusiasta como él, experimentadora y osada como él… pero casi ignorada, a diferencia de Méliès, por la historia y el actual mundo del cine, y prácticamente desconocida para los aficionados al séptimo arte, habida cuenta de la escasísima repercusión que ha tenido su filmografía, en gran parte desaparecida.

A pesar de haber recibido en 1955 la Legión de Honor, y en 1957 un homenaje por parte de la Cinemathèque Française, sus memorias Autobiographie d’une pionnière du cinéma: 1873-1968, publicadas en 1976, pasaron casi desapercibidas, más o menos como la biografía que sobre esta pionera publica el investigador Victor Bachy (Alice Guy-Blaché: 1873-1968: la première femme cinéaste du monde. Perpiñán, Institut Jean Vigo, 1993). Su más reciente y concienzuda investigadora ha sido y es la estadounidense Alison McMahan, su biógrafa oficial, que ha recopilado buena parte de su vida y su obra en Alice Guy Blaché, Lost Visionary of the Cinema (Nueva York y Londres, 2003; Madrid, Plot Ediciones, 2006).

Alice Guy cinema pioneer

Por lo que atañe a su presencia en los museos, entre noviembre de 2009 y enero de 2010, el Whitney Museum of American Art, el MoMA y el Brooklyn Fine Arts Museum, entre otras instituciones, le dedicaron una retrospectiva con motivo de la cual se publicó el catálogo Alice Guy Blaché: Cinema Pioneer (Ed. Joan Simon, Yale University Press, 2009). Con anterioridad, el MoMA ya le había otorgado un reconocimiento similar (septiembre de 1985), y nueve años después el Festival International de Films de Femmes de Créteil (Francia) de 1994 destacaba a Guy como primera realizadora de toda la historia del cine.

Si en su país natal ha gozado de escaso reconocimiento hasta la fecha, poco podemos esperar que en el nuestro su fama haya corrido mejor suerte, a no ser por la atención que el periodista Francisco Griñán le concedió al publicar en junio de 2009 el resultado de sus investigaciones en torno a las películas sonoras («fonoescenas») que Alice rodó en 1905 en España, acompañada del cámara Anatole Thiberville, por encargo de la empresa de Léon Gaumont, para la cual trabajaba en aquellos momentos (Francisco Griñán, Las estaciones perdidas del cine mudo en Málaga, Diputación de Málaga, 2009).

 


Alice Guy-Blaché, Espagne, 1905

Más recientemente, en España la IV edición del Festival del Cine y la Palabra (CiBRA), celebrada en La Puebla de Montalbán y Toledo en noviembre de 2012, le rindió homenaje con la presencia de A. McMahan, F. Griñán, la directora de cine canadiense Marquise Lepage (con la proyección de su documental The Lost Garden: The Life and Cinema of Alice Guy-Blaché, Canadá, 1995) y la asistencia de su nieta, Régine Blaché-Bolton. De hecho, el Festival ha establecido el Premio Alice Guy como reconocimiento a la cineasta.

Pero, ¿quién fue Alice Guy, conocida posteriormente como Alice Guy Blaché? Antes de todo, diremos simplemente que es la primera directora de cine del mundo.

A lo largo de un cuarto de siglo de carrera, uniendo sus facetas de directora, guionista y productora, trabajando sucesivamente para Gaumont, para su propia empresa y para otras compañías estadounidenses, Guy llegó a realizar aproximadamente un millar de películas. Asimismo, fue la fundadora de una de las primeras productoras del mundo, Solax, creada en 1910 durante su estancia en Estados Unidos.

Alice había llegado al mundo en las inmediaciones de París el 1 de julio de 1873 en el seno de una familia numerosa, acomodada y aventurera, a la que en sus primeros años de vida apenas tuvo ocasión de conocer. Su familia, aunque francesa, residía en Chile, donde su padre regentaba una cadena de librerías, mientras su madre se dedicaba a actividades caritativas. No quiso, sin embargo, que su hija naciera fuera de Francia, por lo que al final de su embarazo recala en París, da a luz, y poco después entrega a la pequeña a su abuela, que la criará durante sus primeros años. Tras un breve interludio en Chile (1877-1879), Alice y sus hermanas son matriculadas en un internado de monjas en Francia. El año 1884 supone una inflexión en la economía familiar al quedar arruinado el negocio de las librerías, lo que fuerza al resto de la familia a regresar a Francia y a Alice a trasladarse a un internado más económico.

Tras la muerte del padre, su madre se verá en la necesidad de trabajar, por lo que asume el puesto de directora de la Mutualidad Maternal, si bien no lo conservará durante mucho tiempo. Siendo aún muy joven, la precaria situación económica familiar obligará a Alice a procurarse un medio de vida, para lo cual se prepara concienzudamente como taquimecanógrafa. Tras un primer trabajo que duró unos meses, en marzo de 1894 o de 1985 (no existe acuerdo sobre esta fecha), Léon Gaumont la emplea como secretaria para la empresa Le Comptoir Général de Photographie. Gaumont no es aún el propietario de la compañía, solo el hombre de confianza del propietario, pero acabará siendo el dueño en julio de 1895, cuando aquel se arruine, la deba liquidar y Gaumont tenga la oportunidad de hacerse cargo del negocio. Será este también el principio de la fortuna de Alice, al encontrar en Gaumont un jefe que le proporcionará la confianza y los medios para dar rienda suelta a su capacidad creativa, que sobrepasaba con mucho el puesto de secretaria para el que la había contratado.

El punto de inflexión debió de producirse a principios del año 1895, momento en que un joven Georges Demenÿ (ayudante de Étienne-Jules Marey, y ambos entusiastas experimentadores y perfeccionadores de las primeras cámaras) realizó en el Comptoir una demostración del «fonoscopio». Una vez adquirida la propiedad de la empresa, Gaumont comprará los derechos de las patentes de dos aparatos perfeccionados por Demenÿ: el citado «fonoscopio» y el «biógrafo». También estuvo Alice presente, junto con Gaumont, en la demostración que los hermanos Lumière realizaron de su «cinematógrafo» el 22 de marzo de 1895 ante la Société d’Encouragement pour l’Industrie Nationale, con la proyección de La Sortie des usines Lumière à Lyon (La salida de la fábrica Lumière en Lyon).

La efervescencia industrial y la competición técnica que vivía París en aquella última década del siglo XIX daría pie en las mentes más fecundas a la creación de argumentos donde los técnicos solo tuvieron interés en la captación del movimiento, con dos protagonistas fundamentales: Georges Méliès, al que pronto se bautizó como el creador del cine narrativo, y Alice Guy, que no gozó de similar reconocimiento.

Las películas que se realizan en estos primeros tiempos, y que apenas duran unos segundos, carecen de ambiciones narrativas. Su rudimentario argumento se reducía a la recopilación de vistas paisajísticas, actividades humanas o sencillas escenas cómicas. Las “grandes” del momento eran Pathé y Gaumont, y las filmaciones que realizaban no buscaban profundizar en aspectos artísticos, dado que su razón de ser era la de mostrar las posibilidades técnicas de unos “inventos” en continua evolución que recogían y proyectaban imágenes, con la mera finalidad de mostrar el funcionamiento de esos primigenios aparatos de cine.

Dotada de gran curiosidad y viva imaginación, y segura de su capacidad para organizar las tareas de un rodaje, será en 1896 cuando Alice se aventure a pedir permiso a Gaumont para rodar esas películas que se realizaban con una intención puramente comercial, que no respetaban ningún tipo de propiedad intelectual, y cuyos argumentos se copiaban sin tapujos entre las empresas pioneras de esta industria: Lumière, Pathé y Gaumont. En este medio, la entonces secretaria hallaría un campo virgen para la experimentación.

Tras recibir la autorización de Gaumont –siempre y cuando no descuidara sus labores como secretaria–, Alice se cruzaba París en tranvía para ir del despacho al lugar de rodaje y viceversa, realizando agotadoras jornadas laborales, y durante años rodó para su patrón varios centenares de películas con multiplicidad de argumentos, algunos de los cuales eran copiados de otros, como ya se ha mencionado que era costumbre, pero muchos de cosecha propia, tal y como demuestra una de sus más célebres creaciones, La Fée aux Choux, escrita, dirigida y producida por ella misma antes de mayo de 1896.

 


Alice Guy Blaché, La Fée aux Choux, 1896

Fascinada por las posibilidades del medio, a lo largo de sus primeras películas, y de la misma manera que sucede con otros contemporáneos –como el propio Méliès o, posteriormente, Segundo de Chomón– Alice fue incorporando a sus filmes algunos trucos que pasmaban a los espectadores y que fueron utilizados hasta la extenuación, buscando más el asombro efectista que la profundidad argumental: doble impresión del negativo, reproducción hacia atrás, etc.

Posiblemente su obra más importante, así como su primer largometraje, fue La Passion ou la Vie de Notre Seigneur Jésus-Christ (La Pasión o la vida de Nuestro Señor Jesucristo), realizada para Gaumont en 1906, para cuya realización empleó veinticinco decorados diferentes y unos trescientos extras, algo inaudito en la entonces naciente industria.

Alice vivirá una evolución profesional progresiva en cantidad, calidad, duración y variedad de argumentos hasta marzo de 1907, fecha en que contrae matrimonio con Herbert Blaché, cámara y comercial de Gaumont, y marchan ambos a Estados Unidos con la misión de promocionar en este país los productos de la empresa gala. Pero su nueva situación de mujer casada y, al año siguiente, madre de familia, no apartará a la inquieta Alice del cine, y ya en su país de adopción crea, en 1910, su propia compañía, Solax, con la que realizará varios centenares de películas, con irregular trayectoria, en la que su divorcio de Herbert marca un punto de inflexión personal y profesional, cuando en 1922 la empresa sea definitivamente liquidada.

 


Alice Guy Blaché, Falling Leaves, 1912

En los momentos de mayor dificultad económica, cuando Solax ya no es rentable e incluso deben alquilar sus estudios a otras productoras, Alice trabajaría como directora independiente para otras compañías, habida cuenta de la excelente reputación profesional de la que gozaba, que se sostiene a pesar de que a partir de 1917 sus propias películas van perdiendo el favor del público. Alice dirigirá la última en 1920, y en 1922, ya divorciada, regresará con sus hijos a Francia, donde la penosa situación tras la Primera Guerra Mundial hizo inviable su vuelta al cine.

No solo es Alice pionera y creadora sino, como no podía ser menos dada su experiencia y capacidad de trabajo, maestra de futuros cineastas. Tal es el caso de Louis Feuillade, maestro del cine de intriga y célebre creador del personaje de Fantômas, a quien Alice promocionó dentro de la Gaumont hasta convertirlo en director artístico cuando ella marcha a Estados Unidos. O ya en este país, de la también prolífica Lois Weber, inicialmente actriz y cantante, contratada hacia 1907-1908 por el estudio estadounidense de la misma empresa, ubicado en Flushing, para actuar junto a su marido en las «fonoescenas» que Alice rodaba; ambos recibieron allí la primera oportunidad para escribirlas y dirigirlas en inglés con destino al mercado norteamericano, estando Alice Guy en el inicio de su larga carrera como cineasta.

Guionista, directora, productora, maestra de directores… En los albores del cine, Alice Guy fue lo bastante valiente como para afrontar una carrera de impresionantes logros, aunque la fragilidad del material fílmico, su dispersión y el inevitable paso del tiempo la hayan sumido en un olvido del que, a duras penas, y con el ímprobo trabajo de algunos investigadores, va emergiendo. Es una cuestión de justicia que el reconocimiento que se le adeuda acabe colocando a la realizadora francesa en el preciso lugar que la historia del cine le debe y hasta ahora le ha negado.

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