CATACLISMO

DOS EXPOSICIONES DE TETÉ VARGAS-MACHUCA EN MÁLAGA

Teté Vargas-Machuca, galería-taller Gravura

DOS EXPOSICIONES DE TETÉ VARGAS-MACHUCA EN MÁLAGA

Carmen Cortés Zaborras

En el final del invierno de 2021, hemos disfrutado en Málaga de dos exposiciones de Teté Vargas-Machuca. La primera, en la Sala de Exposiciones del Rectorado, “El legado de Federico E. G. -Colección particular-”, junto a la poeta María Eloy-García, con el comisariado de María Bueno. La verosimilitud de la compleja historia que idearon al alimón Teté y María Eloy se halla sostenida por concepciones científicas inventadas o superadas y por infinidad de objetos. Algunos provienen de la vida real, reutilizados, como las probetas y los tubos de ensayo, o la radiografía de María Eloy en el vientre de Teté; otros han sido creados ad hoc en ingeniosas combinaciones, con telas, porcelana, madera, resina, dibujados con rotuladores, lápices de color o grafito, bordados, pegados. Junto a ellos, los textos de María Eloy entretejen el microcosmos ficticio nacido de los desvelos de ambas, nos conducen por el laberinto de la vida y de sus representaciones, jocosas, irónicas, terribles.

Sala Rectorado UMA Málaga

“Sobrehilados”, la segunda, en solitario, comisariada por Marian Martín, inaugurada unos días después en Gravura, taller de grabado. Esta exposición está hilada, sobrehilada, a partir del sillón verde en el que la autora se sienta por las tardes a coser, a inventar nuevas puntadas, a menudo tan sencillas como las que harían las niñas de sus obras. En esta exposición, la autora recupera su niñez y a los personajes que la poblaron, con una mirada triste -aunque los colores sean hasta vibrantes-, no porque quiera retornar a ella, sino porque, en aquel entonces, incluso los niños llegaban a contagiarse del plomizo gris que los rodeaba.

Las composiciones de Teté requieren de una larga elaboración, envejecer las telas, los encajes, ensamblar las diferentes piezas, dibujar, bordar…, de forma que aparezcan objetos, algunos comunes pero que causan extrañeza, como la colcha de cama de Federico E. G.; otros imaginarios, metafóricos, como los dos seres unidos por una transfusión o un tremendo ojo pineal; o bien anacrónicos, insólitos recuerdos de un pasado no tan lejano: un escapulario, un faldón intervenido, álbumes de fotos dibujadas, amuletos literarios -Rimbaud no desentona en ese mundo terrible de la infancia-, o un extraordinario guarda lágrimas.

Teté Vargas-Machuca, galería-taller Gravura

Junto a su enorme capacidad creativa y a la perfección de sus dibujos, pinturas y objetos, hasta de aquellos que quiere imperfectos, dos cosas llaman sobremanera mi atención en la obra de la polifacética Vargas-Machuca. Por un lado, su inteligencia para reutilizar, para dar nuevos usos, artísticos, fantásticos, a lo que la rodea; por otro, la rotundidad de su crítica, la fuerza de su ironía. El arte de Vargas-Machuca es profundamente social, como la poesía de María Eloy-García. Toman lo personal y, tras llevarlo al ámbito de la ficción o de la auto-ficción, hacen que, sutilmente, desvele vivencias comunes. Estas son, muchas veces, traumáticas, como la de esa niña de cara redonda hecha de retazos en “Bulling”, anacronismo que nos recuerda que los eufemismos no cambian los hechos; o como la del óleo “Hipotálamo”, niña y gato apaciblemente amortajados. Los títulos desvelan parcialmente las claves del juego, a veces macabro, burlón otras. Así es en “Flora intestinal”, óleo sobre tela, en el que el exquisito trasunto de una lámina anatómica es colonizado por una enredadera rococó de flores multicolores; en ella, dos universos plásticos opuestos se unen para poner de relieve la tergiversación del uno y del otro.

En ambas exposiciones, el pasado, la historia de seres extraordinarios a la par que anodinos y anónimos deviene el eje, el huevo (de zurcir) en torno al que se cosen los entramados siempre complejos de sus obras, tomadas por separado o en el diálogo expositivo.

Las ácidas puntadas, los mórbidos trazos, los objetos pergeñados generan niveles diversos de interpretación, las partes, el todo y el conjunto acumulan sentidos que nos empujan a seguir inquiriendo sobre lo cotidiano, sobre la historia anónima, sobre sus representaciones.

Fotografías de Ignacio del Río

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