CATACLISMO

MAR ARZA Y LA GENEALOGÍA FEMENINA

MAR ARZA Y LA GENEALOGÍA FEMENINA

Mª Ángeles Cabré

Esta semana se acaba la exposición que después de este extraño verano que hemos vivido Mar Arza inauguró en la barcelonesa Galería RocioSantaCruz, heredera del proyecto +R, antes Raiña Lupa, y que hace cinco años abrió las puertas en su actual ubicación. La artista nacida en Castellón de la Plana en 1976 ya expuso allí en 2016 (“Resquicio”, donde ahondaba en los intersticios de los textos) y sigue fiel a una galerista tan enérgica y solvente como es Rocío Santa Cruz, quien expone en su espacio a mujeres artistas valiosas como Ouka Leele, Marina Núñez, Fina Miralles -actualmente en el MACBA- o Montserrat Soto -premio Nacional de Fotografía 2019-.

Siempre me ha gustado la obra de Arza, su estética elegante y austera, el sesgo enigmático de sus piezas, resultado de un proceso de investigación que combina lo intelectual con lo material. Quizás pudisteis ver hace dos años la muestra que hizo en La Virreina. Centre de la Imatge. Bajo el título En va -en vano- y con el comisariado de Valentín Roma, la palabra escrita volvía a ser allí protagonista, esta vez mediante la intervención en papeles impresos pero con fines bien poco artísticos, siempre que consideremos poco artística una factura de la luz o un vulgar número de lotería que no sea ni siquiera capicúa.

La actual exposición individual de Arza -realizada con motivo de la Barcelona Gallery Weekend- gira en torno al azar, en concreto a lo poco azaroso que es a menudo el azar, resultado en realidad de muchas otras variables. Arza casi siempre se apoya en obras literarias para dialogar con ellas en sus trabajos y el azar (Le Hasard) de la célebre tirada de dados (“Un cup de dés”) de Mallarmé es aquí el desencadenante. Un liviano cubo donde puede leerse la palabra “Jamais” recibe a los visitantes.

Me acerqué a visitarla el pasado sábado por la mañana, con la ciudad a la mitad de la mitad de sus revoluciones, medio vaciada absurdamente por las oprimentes restricciones consecuencia de la Covid-19. La excusa, además de la exposición propiamente dicha, fue una incursión en los fondos femeninos de la galería, que los privilegiados y las privilegiadas que allí nos congregamos tuvimos el placer de conocer de la mano de la galerista y de la propia Arza. Todo un privilegio en estos tiempos de escasísima actividad presencial, que nos reconcilió con esa magia que es siempre la comunicación sin pantallas de por medio.

 

 

En el agradable patio de la galería, sentados a una distancia prudencial los unos a los otros y como si de una ceremonia se tratara, nos fueron mostrando las piezas escogidas. Empezamos con unas ilustraciones que realizó para Revista de Occidente Maruja Mallo, la amiga de Lorca y Dalí que en su día, junto a ellos, se quitó el sombrero en la Puerta del Sol y causó por ello un gran escándalo; de allí el nombre de “las sinsombrero” usado en fechas recientes para bautizar a las mujeres de la Edad de Plata. Mallo es una de las personalidades más singulares de los años republicanos, aunque aún no haya tenido la gran exposición en el Reina Sofía que le correspondería.

Las litografías que vimos están llenas de elementos simbólicos y enlazan con la representación de algunas deidades femeninas, como la conocida como la diosa de Willendorf, representación paleolítica de la diosa madre y de la que Arza presenta por su parte una versión pasada por su subjetividad, de ahí su interés por la pintora gallega. Fueron reunidas en 1979 en una carpeta de homenaje que incluye un espectacular collage lleno de motivos afines a la pintora, como las fotos de Breton, Picasso o Gómez de la Serna, y donde no faltan las célebres espigas tan recurrentes en su obra.

Seguimos con unas serigrafías sobre papel Japón que hizo en los años 90 Nancy Spero, la norteamericana rebelde y comprometida con el movimiento feminista, de cuyo movimiento artístico es pionera con un arte claramente antipatriarcal. En ellas los cuerpos femeninos son sacudidos y segmentados, en clara referencia a la violencia que se ejerce sobre las mujeres. Y terminamos el recorrido con dos joyas secretas obra de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, aquella que en sus poemas quería llegar hasta en fondo y lo logró, tanto en la poesía como en la vida. Se las regaló a su gran amigo Julio Cortázar -con quien compartió juventud parisina en los primeros años 60-, y a su vez la primera mujer de este y también su albacea, Aurora Bernárdez, regaló a la galerista.

Que Arza haya escogido estas piezas para relacionarlas con su propia obra en un ejercicio de excavación del pasado artístico, dice mucho de su voluntad de buscarle asideros femeninos a su discurso, que siempre ha guiado la mirada de género. La poeta Maria-Mercè Marçal citaba en uno de sus textos críticos a su querida Anna Ajmátova: “Así como el futuro germina en el pasado, así el pasado madura en el futuro”. Y es que cada vez que tendemos un puente hacia una artista o una autora del pasado contribuimos a iluminar eso que Freud llamaba el continente negro, esa condición femenina para él tan enigmática y oscura y que para quienes la ostentamos no es más que el resultado de mucha ocultación y largos siglos de menosprecio.

Al terminar la sesión, Mar Arza nos mostró una carpeta de artista en la que página a página la palabra “Patriarcado”, escrita como una marca de agua, iba perdiendo sus letras. Todo un ejercicio simbólico para cerrar esa mañana de sábado otoñal y soleado en pleno coronavirus.

Mar Arza, Le hasard jamais, galería RocíoSantaRuz, Gran Via de les Corts Catalanes 627, Barcelona. Hasta el 21 de noviembre 2020.

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