CATACLISMO

HENNY GURLAND, NI RASTRO

Henny Gurland

HENNY GURLAND, NI RASTRO
Marta Mantecón

El episodio por el que su nombre incursiona en la Historia es bastante triste. Se trata del año 1940, unos meses después de la ocupación nazi de Francia. Walter Benjamin atraviesa clandestinamente la frontera franco-española por la ruta Líster, de Banyuls a Portbou. Le acompañan la activista de la resistencia Lisa Fittko y una fotógrafa alemana de origen judío conocida por el apellido de su segundo marido, Henny Gurland, y el hijo de esta, a quienes había conocido en Marsella. Ha conseguido un visado que le permitirá entrar en España para llegar hasta Portugal y, desde allí, embarcarse hacia Estados Unidos. Tras dos días de durísima travesía, del 24 al 26 de septiembre, llegan a Portbou, pero un nuevo decreto vigente desde ese mismo día les impide entrar en el territorio español. Las autoridades les informan de que serán deportados a Francia, frustrando cualquier esperanza. La desesperación conduce a Walter Benjamin al suicidio en el Hotel Francia de Portbou, la madrugada del 27 de septiembre, por sobredosis de morfina. Deja una nota escrita (hoy desaparecida) a Henny Gurland: “En una situación sin salida, no tengo otra opción que terminar. En este pequeño pueblo en los Pirineos donde nadie me conoce mi vida acabará. Le ruego que transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y le explique la situación en la que me he encontrado. No me queda suficiente tiempo para escribir todas esas cartas que me hubiera gustado escribirle”.

Henny Gurland y su hijo Joseph logran cruzar finalmente la frontera española y embarcar desde Lisboa rumbo a Nueva York, donde llegan a finales de 1940. Sabemos cómo se desarrolló la “espantosa experiencia” por una carta de fecha 11 de octubre que ella le envía a un colaborador del instituto de Max Horkheimer:

“En el camino de los Pirineos nos encontramos a la señora Birmann, su hermana la señora Lipmann y la señora Freund, del Tagebuch. Esas doce horas representaron para todos nosotros un esfuerzo atroz. El camino nos era totalmente desconocido, y en parte tuvimos que recorrerlo trepando a cuatro patas. Por la tarde llegamos a Port-Bou y fuimos a la gendarmería para solicitar nuestro visado de entrada. A lo largo de una hora estuvimos nosotros tres, junto a otras cuatro mujeres, llorando, porfiando, suplicando desesperados ante los funcionarios, mostrando nuestros documentos perfectamente en orden. Todos estábamos catalogados como sans nationalité, y se nos dijo que desde hacía algunos días se había publicado un decreto que prohibía dejar entrar en España a gente sin nacionalidad. Se nos permitió pasar una noche en un hotel, soi-disant bajo vigilancia, y se nos presentaron tres policías de guardia que nos debían acompañar a la mañana siguiente hasta la frontera francesa. Yo no disponía de otro documento que mis papeles americanos; para Joseph y para Benjamin, esto significaba el internamiento en un campo de concentración. Así, pues, nos retiramos presos de desesperación a nuestras habitaciones. A la mañana siguiente, hacia las 7, la señora Lipmann subió para avisarme que Benjamin me había llamado. Este me confesó que la víspera por la noche, hacia las 10, había ingerido grandes cantidades de morfina y que yo debía tratar de presentar el asunto como una enfermedad. Me entregó una carta para mí y para Adorno Th. W… [sic]. Luego, perdió el conocimiento. Llamé a un médico, que diagnosticó ataque de apoplejía y declinó cualquier responsabilidad de trasladar a Benjamin a un hospital, es decir, a Figueras, tal como imploraba yo con insistencia, dado que Benjamin estaba ya al borde de la muerte. Después pasé todo el día con la policía, el alcalde y el juez, quienes revisaron todos los papeles que llevaba, y hallaron una carta para los dominicos españoles. Tuve que ir a buscar al cura y estuve rezando con él, de rodillas, durante una hora. Hasta que al día siguiente fue extendido el certificado de defunción, pasé una angustia horrorosa por José y por mí. Tal como estaba previsto, la mañana siguiente al día de la muerte de Benjamin vinieron los gendarmes en busca de las cuatro mujeres. A Joseph y a mí nos dejaron en el hotel, dado que yo había venido con Benjamin. Así pues, allí me vi sin visado de entrada y sin haber pasado el control de la aduana, que se llevó a cabo posteriormente en el hotel. Tú conoces a la señora Birmann y puedes hacerte una idea de nuestro estado si te cuento que tanto ella como las otras, después de haber conseguido subir hasta la frontera, se negaron a continuar y se mostraron de acuerdo en ser llevadas al campo de internamiento de Figueras. Mientras tanto, me quedé en la gendarmería con un certificado médico, y el jefe parecía muy impresionado por la enfermedad de Benjamin. Así, las cuatro mujeres obtuvieron el visado (por cierto que hubo que pagarlo, y bien). Yo lo recibí al día siguiente. Tuve que entregar todos los papeles y el dinero de Benjamin al juez, rogándole que lo remitiese todo al consulado americano de Barcelona, adonde la señora Birmann había telefoneado (por cierto que aquella gente se negó a ocuparse de nosotros, pese a nuestras abundantes explicaciones). Le he comprado una tumba por cinco años, etc. No puedo describirte la situación con mayor exactitud. El trance era tal que, después de haberla leído, tuve que destruir la carta dirigida a Adorno y a mí. Se trataba de cinco líneas en las que afirmaba que él, Benjamin, ya no podía más, que no veía salida alguna y que esperaba que se lo explicase a Adorno, así como a su hijo”1.

Solo una carta. Ni rastro de su obra como fotógrafa. Tan solo algunos datos dispersos. Hoy solo conocemos a Henny Gurland por acompañar a Walter Benjamin en sus últimos días de vida y, años después, por su tercer matrimonio con el psicoanalista y filósofo Erich Fromm.

Walter Benjamin y Erich FrommWalter Benjamin y Erich Fromm

Una vez más, dos grandes hombres eclipsan la figura de una mujer, quedando en suspenso su trabajo y sus posibles aportaciones. Los escasos testimonios de su existencia son los que figuran en las biografías de los dos grandes pensadores vinculados a la Escuela de Frankfurt que le hicieron sombra, alguna entrada en un blog y la documentación del Archivo Fromm, que conserva las cartas que envió a la psicoanalista Izette de Forest durante su exilio estadounidense y “The Story of My Mother: Henny (Meyer) Gurland, 1900-1952”, escrita por su hijo Joseph.

Henny (Meyer) Gurland nació en la ciudad alemana de Aquisgrán el 27 de septiembre de 1900. Era la segunda hija del matrimonio formado por Augusta y Leopold Meyer. Estudia en un colegio religioso (su madre era católica y su padre judío) y, tras un periodo de formación como administrativa, consigue su primer empleo en Berlín, donde empieza a involucrarse activamente en grupos de jóvenes afiliados al Partido Social Demócrata y se compromete con el sionismo. Es allí donde conoce a Otto Rosenthal, un empresario judío con quien se casa en 1922. Un año después nace su hijo Joseph y, tras su separación en 1929, el niño quedará a cargo de su padre, que gana la custodia después de acusar a su mujer de tener un carácter psicológicamente inestable.

En el momento en que Hitler llega al poder en 1933, Henny trabaja como fotógrafa para Vorwärts, el periódico oficial del SPD, donde parece ser que desarrolla una labor pionera en la introducción de una fotografía en blanco y negro nítida y natural, con el mínimo retoque. Ni rastro de estas imágenes.

Su carrera como fotoperiodista abiertamente antinazi, la sitúan en una posición privilegiada en la lista de enemigos del régimen nazi cuando Hitler llega al poder. Henny se ve obligada a trasladarse a Bruselas, llevándose a escondidas a su hijo de Alemania. En la capital belga conoce a Rafael Gurland, un diplomático que trabaja para la República Española, con el que contrae matrimonio en 1936, instalándose en París. Su marido se alista en el ejército francés y es capturado por los alemanes en mayo de 1940, por lo que Henny decide exiliarse con su hijo a Estados Unidos.

Tras la fatídica travesía compartida con Walter Benjamin en la frontera franco-española, logra zarpar de Lisboa a Nueva York en diciembre de 1940 junto a su hijo Joseph, que en aquel momento tenía 17 años de edad. Sobrevive tejiendo alfombras de lana y realizando retratos fotográficos. Ni rastro de ellos.

Su encuentro con Erich Fromm tiene lugar en el año 1943 a través de la fotógrafa Ruth Staudinger, hija del presidente de la New School of Social Research de Nueva York, donde Fromm enseñaba periódicamente (trabajo que combinaba con la asistencia clínica a sus pacientes y su labor docente en la Universidad de Bennington en Vermont). Él se había hecho ciudadano americano en 1940, seis o siete años después de emigrar a Estados Unidos huyendo de la persecución nazi. Se casaron el 24 de julio de 1944 en Nueva York, una vez disuelto el matrimonio de Henny con Rafael Gurland. Para Erich era su segunda boda, ya que estuvo previamente casado con la psiquiatra y psicoanalista alemana Frieda Reichmann. Poco antes de conocer a Henny, había concluido su relación con la también psiquiatra de origen alemán Karen Horney, pionera en el ámbito del psicoanálisis feminista, y con la bailarina y antropóloga estadounidense Katherine Dunham.

Se instalan en un apartamento en Central Park en Nueva York y pasan los fines de semana en Bennington. Henny se encuentra inmersa en un trabajo fotográfico sobre Central Park –ni rastro de él–, pero poco a poco le va invadiendo una profunda depresión, alimentada por una artritis reumatoide2 y problemas cardiacos, que determinan el traslado de su residencia a Bennington en 1948. Excepto por algún encargo de fotografía artística, del que por supuesto no hay rastro, pasaba prácticamente todo el tiempo en la cama a causa de los fuertes dolores que padecía. Erich Fromm abandona paulatinamente sus compromisos laborales para dedicarse al cuidado de Henny, reconociendo siempre que su mente inquieta y penetrante le ayudaron en su propio desarrollo.

En 1949 viajan a México por recomendación médica, con el fin de tratar su enfermedad en los manantiales de San José Purúa. Se instalan allí en 1950, pero la depresión y el dolor de Henny van en aumento. En junio de 1952 es hallada muerta en el baño de su domicilio, lo que ha generado diferentes versiones sobre su temprana desaparición, que van del suicidio a un fallo cardíaco. Por lo demás, ni rastro. Ni sus fotografías ni ningún otro documento que aporte un mínimo testimonio de su labor artística ni de su posición como testigo en primer plano de algunos de los episodios más significativos del siglo XX. Ningún legado que trascienda los testimonios puntuales sobre su vida. Solo su nombre acompañando en un segundo plano, eso sí, el de dos grandes hombres.

 

Notas:

1 Gershom Scholem: Walter Benjamin. Historia de una amistad. DeBolsillo, Barcelona, 2007. Véase también Lisa Fittko: Mi travesía de los Pirineos. El Aleph, Barcelona, 1988. Enrique Vila Matas cuenta que “pocos saben que Henny Gurland había hecho ese duro camino dieciocho meses antes, pero en sentido inverso, huyendo de las hordas franquistas”, disponible su web  [última consulta el 28/11/2017].

2 Existe algún testimonio que atribuye la causa de esta enfermedad a los fragmentos de metal que quedaron en su costado tras un ataque de la aviación enemiga, antes de ser detenida en la frontera franco-española. Véase Lawrence J. Friedman: Los rostros de Erich Fromm: Una biografía. Fondo de Cultura Económica, México DF, 2016.

 

 

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