CATACLISMO

ENCUENTRO EN CAPRI Y CITA EN MOSCÚ: ASJA LACIS Y WALTER BENJAMIN

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ENCUENTRO EN CAPRI Y CITA EN MOSCÚ:
ASJA LACIS Y WALTER BENJAMIN

Chus Tudelilla

Esta es la calle de Asja Lacis, la ingeniera que la ha abierto en el autor.
Walter Benjamin, dedicatoria de su libro Calle de dirección única

La editorial Abada vuelve a ser fuente de grandes noticias. La que nos interesa ahora es la publicación del primer volumen de la Obra de los pasajes en la que Walter Benjamin trabajó durante dos periodos: 1927-1929, y 1934-1940. En su libro Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes, editado por Visor en 1995, Susan Buck-Morss señala que cuando Benjamin formuló en 1924 los primeros planes y notas para Passagen-Werk, el autor supo que su nuevo proyecto incluía “perversamente identificados” los “motivos profanos” de su libro de aforismos Calle de dirección única. Razón por la cual Buck-Morss sostiene que la Obra de los pasajes emerge de dos movimientos antitéticos: por un lado, de la forma anticuada de su ensayo El origen del drama barroco alemán, y, por otro, de una nueva actitud literaria de vanguardia y de compromiso político. Y aquí es donde encontramos a un personaje determinante en la vida y en el trabajo de Walter Benjamin: Asja Lacis (Ligatne, Letonia, 1891 ­- Riga, Letonia, 1979), directora y actriz de teatro comprometida con la Revolución de Octubre. Una “comunista excepcional” además de “una de las mujeres más excepcionales que he conocido”, escribió de ella Benjamin, cuya influencia fue tan grande que, como reconoció en su diario, le convirtió en un “hombre nuevo”.

El encuentro de Asja Lacis y Walter Benjamin tuvo lugar en Capri, durante el verano de 1924. Asja Lacis había acudido a la isla italiana junto al dramaturgo austriaco Bernhard Reich, su pareja sentimental, en busca de un clima más apropiado para la salud de su hija Daga, enferma de neumonía. Walter Benjamin eligió el mismo destino –en compañía de los filósofos alemanes Eric Gutkind y Ernst Bloch, que le aconsejó leer Historia y conciencia de clase de Lukács–, para escribir El origen del drama barroco alemán. En su autobiografía (Profesión: revolucionaria, 1971; se reeditó en 1976 con importantes cambios que también afectaron al título, Sobre el teatro proletario. Meyerhold, Brecht, Benjamin y Piscator), Lacis hizo mención a aquellos días en Capri donde visitó a Marinetti y se encontró con Bertolt Brecht, quien les animó a visitar al escenógrafo Caspar Neher en Positano. Fue en el viaje de unas semanas de Reich a Berlín cuando Lacis conoció a Benjamin en Capri:

Yo iba a menudo a comprar con Daga a la Piazza. En una ocasión quise comprar almendras en una tienda. No sabía cómo se decían las almendras en italiano, y el vendedor no entendía lo que yo quería de él. A mi lado había un hombre y dijo: “Señora, ¿me permite ayudarla?”. “Por favor”, respondí. Conseguí las almendras y salí con mi paquete a la Piazza. El caballero me siguió y me preguntó: “¿Me permite acompañarla y ayudarla con el paquete?”. Lo miré y él continuó: “Permítame presentarme: Doctor Walter Benjamin”. Le dije mi nombre.

Mi primera impresión: gafas que despedían pequeños destellos de luz, grueso cabello oscuro, nariz fina, manos torpes (el paquete se le caía continuamente de las manos). En conjunto: un intelectual de verdad, uno de los acomodados. Me acompañó hasta casa, se despidió de mí y me preguntó si podía visitarme.

Vino al día siguiente. Estaba en la cocina […] y cocinaba espaguetis, encendía con paja el fuego. Yo llevaba un vestido gris que en uno de los lados tenía un roto (lo había olvidado). Pronto trabó amistad con Daga. En Calle de dirección única habla de una pequeña muchacha que se negaba a saludar al invitado porque todavía no se había lavado, pero que después de haberlo hecho entró desnuda en la habitación para saludar. Se trataba de Daga. Mientras comíamos los espaguetis dijo: “La observo desde hace dos semanas. Cómo usted, en su traje blanco, con Daga, con sus largas piernas, no atraviesan la Piazza, sino que como flotan por ella”.

Se desarrolló una animada conversación. Le hablé de mi teatro infantil en Orel, de mi trabajo en Riga y en Moscú. De inmediato se despertó su interés por el teatro infantil proletario y por Moscú.

Fue durante sus estudios en San Petersburgo cuando Asja Lacis conoció a Meyerhold y comenzó a interesarse por sus tesis teatrales. En 1917, Lacis confirmó su compromiso revolucionario: “Quería ser un buen soldado de la Revolución y cambiar la vida en esa dirección, y de hecho, afuera, la vida se transformaba, el teatro salía a la calle y la calle entraba en el teatro”. Al año siguiente fundó y dirigió en Orel un teatro infantil proletario, en el que desarrolló el método de improvisación basado en la imaginación de los niños. Tomando como modelo el “Octubre teatral” de Meyerhold, hizo el suyo propio con los niños huérfanos de la guerra, a quienes acogió en una gran casa de campo con el propósito de organizar un proyecto de educación artística, ética y política basado en la observación, en la improvisación y en el juego. En 1920 regresó a Ligatne para acompañar a su madre en su agonía; allí se casó con Jūlijs Lācis, padre de su hija Daga. En 1922 conoció a Bernhard Reich en Berlín, y en 1923 trabajó con Brecht en Munich. Lacis tenía claro que el principal objetivo de su proyecto era facilitar la transformación revolucionaria de la sociedad. Benjamin escuchó atentamente a Lacis, y ambos intercambiaron nombres de autores y lecturas. Benjamin no dudó en leerle fragmentos de su traducción de Baudelaire, por quien Lacis se había interesado desde hacía tiempo. Y le puso al corriente de su proyecto El origen del drama barroco alemán, que fue motivo de discusión. Lacis no entendía el propósito que guiaba la obra:

Estaba muy compenetrado con El origen del drama barroco alemán. Cuando me enteré que tenía que ver con un análisis de obras de teatro del barroco del siglo XVII; y que solo unos pocos especialistas conocían esta literatura –estas obras nunca habían sido puestas en escena– me indigné. ¿Por qué ocuparse de literatura muerta? Se quedó en silencio por un rato y luego dijo: “En primer lugar estoy introduciendo una nueva terminología en la disciplina de la estética. En la discusión contemporánea en torno al drama, los términos tragedia y drama trágico se usan indiscriminadamente como si fueran meras palabras. Yo muestro la diferencia fundamental […]. El drama del Barroco expresa la desesperación y desprecio por el mundo, son obras realmente tristes.

En segundo lugar, dijo, su trabajo no era solo una muestra de investigación académica, tenía una conexión directa con problemas muy actuales de la literatura contemporánea. Subrayó expresamente que en esa obra describía la búsqueda de forma lingüística de los dramas barrocos como un fenómeno análogo al Expresionismo. “Por esa razón, he manejado el problema artístico de la alegoría, del emblema y del ritual con tanto detalle. Hasta ahora, la estética ha considerado a la alegoría como un recurso artístico de segunda clase”. Él quería mostrar el elevado valor artístico de la alegoría, y aún más, quería presentarla como una forma artística de comprender la verdad.

Por momentos no me satisfacían sus respuestas. Pregunté si también veía analogías entre las visiones del mundo de los dramaturgos barrocos y de los expresionistas, y qué intereses de clase representaban. Me respondió vagamente y luego reconoció que estaba leyendo a Lukács en ese momento y estaba comenzando a interesarse en una estética marxista. Al mismo tiempo, en Capri, no entendí correctamente la conexión entre la alegoría y la poesía moderna. Retrospectivamente, veo que Benjamin enfocaba muy perceptivamente el moderno problema de la forma. Ya en la década de 1920 la alegoría emerge en algunas piezas del agit-prop y en las obras de Brecht (MahagonnyPieza didáctica de Baden sobre el acuerdo) como un medio de expresión plenamente valorado. En las obras de Occidente, por el ejemplo de los dramas de Genet, y en los de Peter Weiss, el ritual es un factor importante.

Benjamin explicó también a Lacis la enorme importancia que su trabajo sobre el drama barroco alemán tenía para su carrera, ya que le permitiría conseguir entrar en la universidad. Resultó, sin embargo, demasiado novedoso para la académica institución, que lo rechazó; era claro, como Lacis supo, que el trabajo no estaba escrito por un académico “sino por un poeta enamorado del lenguaje, que aplica hipérboles para construir un brillante aforismo”. Con todo, Benjamin tomó en consideración los comentarios críticos de Lacis. Así lo hizo saber por carta a su amigo Scholem, el 7 de julio de 1924:

Aquí han ocurrido muchas cosas […] no lo mejor para mi trabajo, que corre el riesgo de ser interrumpido, tal vez no lo mejor para ese ritmo burgués tan indispensable para toda obra, pero con seguridad lo mejor para una liberación de vitalidad y para una percepción intensificada de la actualidad de un comunismo radical. He conocido a una revolucionaria rusa de Riga.

En compañía de Asja Lacis, Walter Benjamin visitó Nápoles y ambos firmaron el artículo “Nápoles” que el Frankfurter Zeitung publicó en 1926. Las ruinas les motivaron a escribir sobre el proceso de decadencia en la actualidad. Anota Susan Buck-Morss que Lacis sugirió introducir el concepto de la “porosidad” para captar el hecho de que las fronteras organizadoras del capitalismo moderno en los diversos ámbitos, todavía no se habían establecido. Para la estudiosa, el proyecto de la Obra de los pasajes se sitúa conceptualmente en el punto cero del cruce de dos ejes: al oeste, París; al este, Moscú; al norte, Berlín; y al sur, Nápoles. Lacis era la brújula de todos los puntos cardinales, que invitaban a Benjamin a liberarse vital e intelectualmente y a explorar nuevos caminos alejados de las formas anticuadas del Trauerspiel.

Asja Lacis no gustó a los amigos de Walter Benjamin, que la despreciaron intelectualmente. En el prólogo que el filólogo e historiador Gershom Scholem escribió para Diario de Moscú de Walter Benjamin, se refirió a la problemática relación entre Benjamin y Lacis, quien, en su opinión,

no aparece como copartícipe activa de sus empresas sino que se limita a ser la receptora de sus noticias, el objetivo, casi siempre malogrado, de su asedio amoroso y, por último, y no pocas veces, su interlocutora en agrias e incluso desafortunadas discusiones. Su esperarla en vano, el eterno rechazo e incluso un grado de cinismo erótico hace doblemente enigmática la ausencia de todo perfil intelectual convincente. Concuerda con ello el hecho de que todas las personas que los vieron juntos expresan su asombro frente a la pareja, que continuamente estaban peleando.

Es evidente que Scholem no perdonó a Lacis que hubiera convencido a Benjamin de no viajar a Palestina, como era su propósito. Asja Lacis recordó aquel episodio en sus memorias,

Una vez [en Capri] traía consigo un texto de hebreo y me dijo que estaba aprendido esa lengua. Su amigo Scholem le había prometido una existencia segura allí. Yo me quedé sin habla, y luego sobrevino un áspero altercado: el camino de una persona progresista, pensante, y en uso de sus facultades conducía a Moscú, no a Palestina. El que Benjamin no haya ido a Palestina, puedo decirlo justificadamente, fue obra mía.

Theodor W. Adorno, además de poner en duda que Lacis fuera la coautora con Benjamin del mencionado artículo “Nápoles”, eliminó la dedicatoria que Walter Benjamin dedicó a Asja Lacis en su libro Calle de dirección única:

Esta es la calle de Asja Lacis, la ingeniera que la ha abierto en el autor.

Calle de dirección única se publicó en enero de 1928 en Berlín, al mismo tiempo y con el mismo editor que El origen del drama barroco alemán, que Benjamin dedicó a su esposa Dora: “Concebido en 1916. Escrito en 1925. Entonces como ahora, dedicado a mi esposa”. Porque Benjamin regresó a Berlín con su esposa e hijo. Lacis también viajó a Berlín, acompañada de Reich. El 22 de diciembre de 1924, Benjamin confió por carta a su amigo Scholem que estaba trabajando en un nuevo libro destinado a los amigos, que incorporaría “aforismos, bromas, sueños”; conforme los escribía, fueron publicándose en diferentes periódicos hasta que los reunió en 1928 con el título de Calle de dirección única (Abada lo publicó en 2011). El libro incluyó, además, un revisión politizada del artículo escrito en 1923 “Panorama imperial: un tour por la inflación alemana”. La influencia de Asja Lacis es evidente ya desde el comienzo del libro:

Gasolinera. La construcción de la vida se encuentra actualmente mucho más en poder de los hechos que de las convicciones. Y además en concreto de unos hechos que casi nunca han servido de base a convicciones. Puestas así las cosas, la actividad literaria verdadera no puede pretender desarrollarse en el que es su marco literario; eso es, al contrario, la expresión más habitual donde se muestra su esterilidad. La actividad literaria relevante solo se puede dar cuando se alterna del modo más estricto la acción y la escritura, al cultivar esas modestas formas que corresponden a su influencia en las comunidades más activas mejor que el ambicioso gesto universal del libro: a saber, las octavillas, los folletos, los artículos en revistas, los carteles. Solo este rápido lenguaje puede surtir un efecto que se encuentra a la altura del momento. Para el aparato gigantesco de la vida social, las opiniones son lo que el aceite es para las máquinas; no nos situamos ante una turbina y la rociamos después con lubricante. Inyectamos un poco en los remaches y junturas ocultas que sin duda debemos conocer.

No pasan inadvertidas, no podían pasarlo, las alusiones a su relación con Lacis, al recuerdo de su vida con Asja Lacis.

Productos de la China. Hoy en día nadie puede limitarse a lo que “sabe hacer”. La fortaleza está en la improvisación. Todos los golpes decisivos se están dando con la mano izquierda.

Hay una puerta al principio de ese largo camino por el que se baja a la casa de…, que yo iba a visitar todas las tardes. Cuando ella se fue, el vano de esa puerta permaneció ante mí semejante a una oreja que no oye.

A un niño en pijama nunca se le puede convencer para que salude a una visita que acaba de llegar. Los presentes, desde un punto de vista moral superior, hablan con él en vano deseando vencer su timidez. Pocos minutos después, el niño se muestra desnudo a la visita. Es que ya se ha lavado.

Primeros auxilios. Un barrio laberíntico, una red de calles que había evitado durante años, se me hizo claro de repente cuando alguien que amaba se fue allí. Como si hubiera un proyector en su ventana que organizara la zona con sus rayos.

Relieve. Estás reunido con la mujer que amas, vas hablando con ella. Varias semanas después, o algunos meses, cuando ya estás separado de ella, recuerdas de qué hablasteis en aquella ocasión. Y ahora tienes ante ti ese tema, banal, superficial, casi estridente, y comprendes que ella, inclinándose al tema por amor, proyectaba su sombra sobre él; y lo protegió para que, actuando en idéntica forma que un relieve, viviera recogido el pensamiento en sus menores pliegues y rincones. En cuanto estás solo, como ahora, el pensamiento está desamparado, aplanado y sin sombra bajo la luz de tu conocimiento.

Lámpara de arco. A una persona solo la conoce quien la ama carente de esperanza.

Flor de cactus. El que se halla en verdad enamorado se alegra si a quien ama no le dan la razón al discutir.

Nomeolvides. El recuerdo siempre empequeñece a la persona amada.

Al recuerdo de la amada, acompañan comentarios sobre los más diversos objetos, libros, juguetes, material didáctico, sellos, bisutería, antigüedades…, técnicas del escritor, recuerdos de viajes, niños que todo lo atraviesan, el ruido fugaz de las ciudades, y sueños. Ernst Bloch escribió del libro: “He aquí una inauguración comercial de filosofía […] con los más recientes modelos primaverales de la metafísica en los aparadores”. La Obra de los pasajes está ya en Calle de dirección única.

En noviembre de 1925, Benjamin visitó a Lacis en Riga donde esta dirigía, de manera ilegal, el Teatro de los Trabajadores, integrado por actores obreros, según el método de la improvisación. Y el 6 de diciembre de 1926 Walter Benjamin llegó a Moscú:

En el tren por si acaso no había nadie en la estación, me había grabado en la memoria el nombre de un hotel con su dirección. […] Pero en la barrera tampoco había nadie. Yo no estaba demasiado nervioso. Al salir de la estación de Bielorrusia, me sale al encuentro Reich. […] Nos acoplamos, con las dos maletas, en un trineo. Era un día de deshielo y no hacía frío. Tan solo habíamos avanzado unos minutos por la amplia Tverskaya, brillante de nieve y de suciedad, cuando ya Asja nos saludó desde la calle. […] Asja no estaba bella; el gorro ruso de piel le daba un aire agreste; y tenía el rostro algo ensanchado debido a su larga permanencia en cama. En el hotel no nos quedamos mucho tiempo, y estuvimos tomando té en uno de esos sitios a los que aquí llaman “cafés”, cerca del sanatorio.

El principal motivo del viaje a Moscú era reencontrarse con Asja Lacis, aunque Benjamin buscó otras excusas: conocer la situación rusa para decidir su militancia en el Partido Comunista de Alemania, y escribir varios comentarios sobre la ciudad que finalmente reunió en el artículo “Moscú” publicado en la revista Die Kreatur.

Diario de Moscú recoge la experiencia de la estancia de Walter Benjamin en la ciudad, desde el 6 de diciembre de 1926 hasta el 1 de febrero de 1927. En el prólogo que Scholem escribió para el libro, hace referencia a la carta que el 23 de febrero de 1927 Benjamin escribió a Martin Buber, editor de la revista donde se publicaría el artículo “Moscú”:

En mi exposición evitaré toda clase de teoría. Y con ello justamente espero lograr que sea lo humano lo que hable: en la medida, por supuesto, en que me ha sido posible comprender y retener esta lengua, tan nueva y extraña, que resuena en la máscara vibrante de un entorno totalmente transformado. Quiero dar en este momento una visión de la ciudad de Moscú en la que “todo lo fáctico es ya teoría” y que, con ello, se substrae a toda clase de abstracciones deductivas, a toda clase de pronósticos e incluso, con ciertos límites, a toda clase de juicios, que –y esta es mi convicción irrefutable– no pueden darse conjuntamente en este caso a partir de “datos” intelectuales, sino únicamente a partir de hechos económicos de los que en la propia Rusia solo los menos poseen una visión general lo bastante amplia. Moscú, tal como se nos presenta ahora, en este momento, permite conocer, abreviadas de forma esquemática, todas las posibilidades: principalmente las del fracaso y el éxito de la Revolución. Pero en ambos casos habrá algo imprevisible cuya imagen sería muy distinta de todas las fantasías programáticas, y esto se destaca hoy, cruda y claramente, en las personas y en su entorno.

La lectura del Diario de Moscú es reveladora: el único deseo de Benjamin era estar con Lacis, acudir juntos al teatro y al cine, visitar museos, comprar juguetes para su colección, compartir ideas, pasear… pero no fue posible. Cuando Walter Benjamin llegó a Moscú, Asja Lacis estaba ingresada, desde el mes septiembre de 1926, en el Sanatorio Rott, debido a una crisis nerviosa, al tiempo que su hija Daga permanecía interna en un establecimiento benéfico a las afueras de Moscú. La situación era tan grave que Benjamin se vio obligado a pasear solo por Moscú, aterido de frío y con suma torpeza, como todo extranjero en un país del que ni siquiera conoce el idioma. La descripción de sus paseos, sin embargo, es bellísima y extraordinariamente elocuente de la verdadera dimensión de los cambios de un país en plena transformación. Los encuentros y desencuentros con Asja son constantes, también las decepciones. Los variables estados de ánimo de Benjamin son la respuesta a los de Lacis.

El día 20 de diciembre escribe:

Escribo el día 23 y ya no recuerdo nada la mañana. En vez de escribir acerca de ello, lo haré sobre Asja y nuestra relación, a pesar de que Reich está sentado a mi lado. Me encuentro ante una fortaleza casi inexpugnable. Me digo, no obstante, que mi simple aparición frente a esta fortaleza que es Moscú ya constituye un primer éxito. Pero lograr alguno más que sea decisivo me parece algo de una dificultad casi insuperable. Los evidentes éxitos logrados por Reich, uno tras otro, después de medio año sumamente difícil, a lo largo del cual, y sin dominar la lengua, ha pasado frío tal vez, incluso, hambre, hacen que tenga una posición muy fuerte. Esta mañana me ha dicho que para dentro de un medio año espera tener un empleo. Aunque con menos pasión, se acomoda más fácilmente que Asja a la situación laboral de Moscú. En los primeros tiempos, después de llegar de Riga, Asja pensó incluso en regresar a Europa de inmediato; tan falto de perspectivas le pareció el intento de encontrar trabajo aquí. Cuando por fin lo consiguió, y después de trabajar algunas semanas en una guardería, la enfermedad la echó para atrás. De no ser porque uno o dos días antes había obtenido el ingreso en un sindicato, se había quedado sin cuidados y tal vez hubiera muerto. […] Para mí, Moscú es ahora una fortaleza; el duro clima, que, por muy sano que me resulte, me afecta también mucho, el desconocimiento de la lengua, la presencia de Reich y la forma de vida tan limitada de Asja son tantos bastiones, y solo la imposibilidad total de avanzar, la enfermedad de Asja o, por lo menos su debilidad, que relega a un segundo plano todas las cosas personales que puedan afectarla, solo eso hace que toda esta situación no me deprima por completo. En qué medida podré alcanzar el objetivo secundario de mi viaje: escapar a la mortal melancolía navideña, es algo que aún está por ver. El que me mantenga bastante fuerte se debe también al hecho de que, a pesar de todo, descubro una cierta vinculación de Asja conmigo. Parece que el tuteo se va imponiendo entre nosotros, y su mirada, cuando me mira largo rato –no recuerdo que ninguna mujer me haya concedido nunca unas miradas y unos besos tan largos–, no ha perdido ni un ápice de su fuerza sobre mí. Hoy le he dicho que ahora me gustaría tener un hijo con ella. Algunos gestos, raros pero espontáneos y no carentes de importancia, si se tiene en cuenta el dominio que ella se impone ahora en asuntos eróticos, me dicen que le gusto. Así, cuando para evitar una pelea quise abandonar su habitación, ella me agarró con fuerza y me pasó la mano por el pelo. También dice con frecuencia mi nombre. Uno de estos días me dijo que era únicamente culpa mía que ahora no estuviésemos viviendo en una «isla desierta» y tuviésemos ya dos hijos. Hay en ello algo de verdad. Directa o indirectamente son ya tres o cuatro las ocasiones en que me he sustraído a un futuro en común: cuando no “huí” con ella, estando en Capri; pero, ¿cómo? –me negué a acompañarla, desde Roma, a Asís y a Orvieto–; y cuando en el verano de 1925 no quise irme con ella a Letonia, y en invierno no quise comprometerme a esperarla en Berlín. No se trata únicamente de consideraciones de tipo económico, ni tampoco de mi fanática manía de viajar, que en los dos últimos años ha disminuido; fue también por temor a elementos hostiles en ella que solo hoy me siento capaz de afrontar. Le dije también que si entonces nos hubiéramos ligado el uno al otro, no sabría si ahora no haría ya tiempo que nos habríamos separado. Todo lo que sucede dentro y fuera de mí tiene como consecuencia el que la idea de vivir separado de ella me resulte menos soportable de lo que hasta ahora me había parecido […].

Asja Lacis ya conoce el libro Calle de dirección única que Benjamin le ha dedicado. La cubierta diseñada por Sasha Stone, fue uno de los muchos regalos con que le obsequió. El 9 de diciembre, Benjamin le lee “el pasaje de las arrugas”:

El hombre enamorado no solo siente apego por los posibles “defectos” de la amada, por sus tics y sus debilidades, sino que las arrugas de su rostro y los lunares que aparecen en la piel, los vestidos raídos y los andares al sesgo lo atan más duradera e implacablemente que ninguna belleza. Esto se sabe desde hace mucho tiempo. Y ¿por qué sucede? Si es verdadera la teoría que nos dice que la sensación no anida en la cabeza, que no sentimos sin duda una ventana, una nube o un árbol en nuestro cerebro, sino en el lugar donde lo vemos, también cuando miramos a la amada nos encontramos fuera de nosotros. Pero dolorosamente absortos. Deslumbrada, la sensación revoletea, cual bandada de pájaros en el resplandor de la mujer. Y así como los pájaros buscan amparo en los frondosos escondrijos que un árbol les ofrece, las sensaciones huyen a las arrugas sombrías, a los gestos sin gracia y los defectos irrelevantes del cuerpo amado, donde se acurrucan como dentro de un seguro escondrijo. Y ninguno que pase por ahí se imaginará que justamente en lo defectuoso y censurable es en donde anida la emoción tan veloz como un rayo del admirador enamorado.

El 1 de febrero de 1927, tras una nueva visita al Museo del Juguete, Benjamin se despidió de Asja Lacis en la esquina de la Tverskaya:

Me pareció que se alejaba caminando de espaldas, pero luego la perdí de vista. Sosteniendo la enorme valija sobre mis rodillas, transité por las calles hasta la estación, al atardecer, con lágrimas en mis ojos.

En 1928 Asja Lacis fue nombrada directora del departamento de Cine de la Sección Comercial de la Embajada Soviética en Berlín. A través suyo, Benjamin y Brecht se conocieron. Con Brecht, Lacis colaboró como ayudante de dirección de Vida de Eduardo II de Inglaterra y su experiencia está clara en la formulación de lehrstück, o piezas de aprendizaje. Con Benjamin, Lacis escribió sobre la filosofía de su teatro infantil proletario:

el proletariado no puede transmitir sus intereses de clase a las jóvenes generaciones a través de los injustos medios de una ideología preparada para suprimir la capacidad de sugestión del niño… La educación proletaria demuestra su superioridad garantizando a los niños la realización de la niñez.

La influencia de Asja Lacis es notoria, asimismo, en los relatos radiofónicos de Benjamin que, desde el otoño de 1928 a la primavera de 1933, transmitieron las radios de Berlín y Frankfurt. El propósito de los programas era pedagógico, se trataba de enseñar a los más jóvenes, siguiendo la experiencia de Lacis, a leer el paisaje urbano y los textos literarios por este generados como expresiones de historia social, según anota Susan Buck-Morss, quien también cuenta que en otoño de 1929 Benjamin y Lacis viajaron a Frankfurt, y pasaron días inolvidables en Königstein junto a Max Horkheimer, Adorno y Gretel Karplus, a quienes Benjamin leyó las primeras notas de su Libro de pasajes. Los oyentes no dudaron en proclamarlo modelo de la nueva época del filosofar. En 1930, Walter Benjamin en carta a Scholem le habló de comenzar “una nueva vida”.

En 1931, Asja Lacis viajó a Odesa como asistente del director de teatro Erwin Piscator en la adaptación cinematográfica de La rebelión de los pescadores de santa Bárbara; al año siguiente, ya de regreso en Moscú, se matriculó en la Facultad de Escritores en el Instituto de Cine Soviético, y en 1933 fue nombrada directora del teatro letón Skatuve. Sus relaciones alemanas la convirtieron en sospechosa y en 1937 fue detenida por la KGB y deportada a Kazajistán, donde permaneció desde 1938 a 1948. Regresó a Letonia y trabajó como directora de teatro en Walmiera, donde rehizo su vida junto a Reich. En 1955 visitaron a Brecht, y supieron de la muerte de Benjamin.

A petición de Daga se instalan en Riga, a finales de los años sesenta. En 1972 murió Reich y al poco tiempo Lacis comenzó a escribir sus memorias, editadas en ruso en 1984 con el título Krasnaya Gvozdika (El clavel rojo). Se la dedicó “A Bernhard Reich, mi compañero”. Asja Lacis murió en 1979; al año siguiente, los editores de Walter Benjamin publicaron Diario de Moscú.

Primera edición del libro de memorias de Lacis, 1971.jpg

Primera edición de las Memorias de Asja Lacis

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