CATACLISMO

RECONOCIMIENTO INELUDIBLE: LA OBRA DE LOS AÑOS SESENTA DE ANA PETERS EN EL IVAM


Ana Peters, Victoria, 1966. Colección Herederos Ana Peters


RECONOCIMIENTO INELUDIBLE: LA OBRA DE LOS AÑOS SESENTA DE ANA PETERS EN EL IVAM

Isabel Tejeda

Siendo directora del IVAM Consuelo Císcar, se llevaron a cabo un par de exposiciones individuales de la pintora germano española Ana Peters, una de ellas aún en vida de la artista. Las exposiciones, que habían tenido precedentes en el Museo de la Ciudad de Valencia y también en el MUA de la Universidad de Alicante, reunían, salvo alguna excepción, las obras que Peters realizó en su reencuentro con la pintura a partir de los años 90, ya que la artista, a finales de la década de los 60, cesó su actividad artística.

Si bien el público valenciano conocía estas obras de carácter “minimalizador”, lo cierto es que, hasta la exposición que ya con carácter póstumo y como homenaje le dedicó la Galería Punto de la capital valenciana, las, a mi entender, mejores obras de Ana Peters prácticamente no habían vuelto a ver la luz en Valencia desde los años en los que se produjeron. Punto, de esta manera, y con la imprescindible colaboración familiar, reivindicaba una obra para muchos desconocida y que los investigadores ansiábamos ver junta; una obra que, para aquellas que hemos trabajado sobre feminismos durante el franquismo, tenía un papel fundamental, pionero, al tiempo que permanecía “recóndita” en la colección familiar de la pintora. La prensa local, de hecho, llegó a calificar en alguna ocasión a Peters de pintora “secreta”. Es cierto que resultaba complejo conocer la obra de los años 60 de esta pintora pertinente, lúcida, irónica y crítica; más allá de algunas piezas donadas al mismo museo valenciano –a las que he podido acceder estos años gracias a la generosidad de los conservadores del museo–, las publicadas en el catálogo editado en 1966 por la galería Edurne –con texto de Tomás Llorens–, y alguna imagen suelta en algún catálogo de revisión, esta obra casi no está reproducida.

Dirigido desde hace un año por José Miguel G. Cortés, el “nuevo” IVAM, término que parece haberse asentado con fuerza en algunos líderes de la opinión artística valenciana, tuvo la feliz idea de dedicar a esta obra casi desconocida de Peters uno de sus primeros proyectos en forma de muestra de gabinete. Debo decir, para empezar, que la comisaria de la misma, María Jesús Folch, ha realizado un trabajo impecable. Esto es lo que sin duda debería ser siempre una exposición. Espléndido guión, buena elección de las piezas, correcta mediación y contextualización de las mismas, para un proyecto que no por sus pequeñas dimensiones tiene pocas cosas que decir. Bien al contrario. Curada al máximo, la comisaria ha escrito, asimismo, un documentado ensayo sobre Peters, un artículo imprescindible y que sin duda va a convertirse en referente ante la escasa literatura crítica existente sobre estos años de la pintora y que se suma a los previos de Tomás Llorens, crítico que la acompañó activamente en esta etapa de su producción creativa, Barbara Rose y la que suscribe.

diptico-Picas-okAna Peters, Picas, 1966. Colección Herederos Ana Peters

La muestra inicia su recorrido con piezas completamente inexploradas para el público actual, realizadas por Peters en 1964 en las distintas exposiciones individuales, y en alguna colectiva, en las que la pintora participó. Atraviesa, asimismo, sus trabajos con Estampa Popular Valenciana, obras que se entrecruzan con otra muestra paralela del museo, Col·lectius artístics durant el franquisme. València 1964-1976, comisariada por Ramón Escrivà –conservador del IVAM– y el profesor Román de la Calle, toda una institución en Valencia. Finalmente, Folch ha centrado el corpus de la muestra en la individual que Peters realizó en 1966 en Madrid en la galería Edurne, obra de discurso crítico respecto a la imagen de las mujeres en la sociedad de consumo, ya que la pintora, al igual que otros colectivos contemporáneos, no estaba tan interesada en la realidad como en su imagen. Esta exposición de 1966, a falta de investigaciones que revelen otros contextos y a otras artistas mujeres de esos años, puede considerarse a día de hoy el primer proyecto de pintura con ecos feministas en España. Lamentablemente, la nefasta recepción que la individual tuvo en la prensa y en su contexto inmediato desalentaron a Peters en grado sumo..

AP_001-860x660Ana Peters, Trébol, ca. 1966

Como he adelantado, la retrospectiva de Ana Peters se sitúa en paralelo con otro proyecto de mayores dimensiones dedicado a los colectivos y grupos que se generaron esos años en la prolífica región levantina, y eso pese a las circunstancias formativas y culturales encorsetadas, caducas y castradoras en las que germinaron. La muestra no sólo reúne aquellos colectivos conocidos, estudiados e, incluso, que han merecido exposiciones específicas por parte del mismo IVAM, sino también otros que han corrido menor fortuna crítica. No es mi intención analizar el proyecto de Escrivà y de la Calle ya que, por su alcance, requeriría un artículo específico, sino citar someramente la inclusión, a modo de excepción, de cuatro pintoras en la muestra, si bien sólo una de ellas participó de facto en un colectivo. Me refiero precisamente a Ana Peters, que se introduce con una obra que, considero, no ha sido todavía suficientemente estudiada en las investigaciones específicas sobre Estampa Popular Valenciana o sobre los orígenes del Equipo Crónica.

A diferencia de la tendencia a trabajar colectivamente por parte de los colegas varones en colectivos, grupos y equipos, las artistas valencianas no se agruparon, aunque alguna de ellas, como Isabel Oliver, sí militaron clandestinamente en el movimiento feminista. Estas artistas empezaban a salir lentamente del aislamiento en el hogar que sufrían por su condición de mujeres, constreñidas por lo que la sociedad esperaba de ellas, a lo que se sumaba la situación de mordaza política y cultural que, de forma general, padecían el resto de españoles. Su capacidad de movimiento y su libertad eran por tanto menores. Lamentablemente, ni la exposición ni el catálogo que la acompaña analizan estas circunstancias específicas, siendo continuista respecto al concepto de urgencias y prioridades que alimentaban los discursos de la izquierda tanto en los 60 como en los 70. Habrá que esperar a otra ocasión para estudiar una especificidad que, sin embargo, sí atraviesa de manera ilustrativa la muestra de Peters. Otra cosa distinta es que algunas de estas pintoras, eso sí, trabajaran como asistentes de Equipo Crónica durante unos años; de hecho, considero que sería pertinente analizar la producción de Solbes y Valdés en el futuro teniendo en cuenta esta circunstancia. Pero lo cierto es que no participaron en colectivos artísticos.

El profesor Román de la Calle justifica la inclusión de estas artistas en la exposición en el catálogo de la misma de la siguiente manera:

“També en este marc històric, la presència activa de la dona en el desenrotllament del fet artístic suposa una oportunitat destacada, mereixedora d’atenció i seguiment. Molts dels noms que en les dècades següents, en la transició política valenciana, han mantingut la seua personal constància i hegemonia, ja llavors figuraven contextualment en la cadena dels grups i la seua interacció socioestètica. En molts casos, inclús participant / col·laborant en reunions i debats, encara que sobretot atenent la formació de les seues personals experiències i aportacions artístiques. Ací queden noms coneguts –mereixedors, ja llavors, d’atenció, estudi i seguiment– com és el cas d’Ana Peters, Rosa Torres, Isabel Oliver o Ángela García i que, per la nostra part, fent justícia a la història, també han sigut incloses testimonialment obres seues en la mostra que ens ocupa”.

4Colectivos artísticos en Valencia bajo el franquismo. Fotografía: Isabel Tejeda

La obras de las artistas citadas por Román de la Calle se sitúan en uno de los primeros apartados temáticos de la muestra, centrado precisamente en la crítica a los estereotipos femeninos que, si bien no estaban generalizados como argumento recurrente dentro de los colectivos de la época, sí se reflejó con fuerza en la obra de esos años de Peters, Ángela García Codoñer e Isabel Oliver –presentes las dos últimas con poca obra y de forma “testimonial”, como indica el comisario–; a ellas debemos añadir, con una intención sincera e innegable, algunas importantes series de Equipo Realidad y de Martí Quinto. En paralelo se muestran los trabajos de Equipo Crónica que, sin embargo, considero hubiera sido preferible no horizontalizar con los anteriormente citados, ya que sus discursos parecen ser otros –las maquetas de cómics situados en una vitrina vecina a la obra pictórica ponen en evidencia la ambigüedad de unos dibujos de Equipo Crónica que deberían analizarse con otra luz–. La presencia de Rosa Torres, por otra parte, parece justificarse generacionalmente, ya que las piezas elegidas para representarla no son indicativas de los discursos críticos sobre los estereotipos del resto de las obras de este capítulo de la muestra.

5Isabel Oliver, Cirugía, 1971

Unas artistas escasamente estudiadas y, sobre todo, poco visibilizadas; dos de las cuales, García Codoñer y Oliver, acaban de ser reivindicadas en profundidad en la relectura crítica que sobre el Pop Art está llevando a cabo en estos momentos la Tate Modern: la exposición de tesis The World Goes Pop. Nadie es profeta en su tierra.

6Ángela García Codoñer, Cenicienta, 1974 

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Ana Peters. Mitologías políticas y estereotipos femeninos en los sesenta, IVAM, Valencia. Del 23 de julio al 22 de noviembre de 2015.

Colectivos artísticos en Valencia bajo el Franquismo. 1964-1976, IVAM, Valencia. Del 23 de julio de 2015 al 3 de enero de 2016.

3Zona de documentación. Fotografía Isabel Tejeda

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