CATACLISMO

ENTREVISTA A ERIKA BORNAY POR ELINA NORANDI

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ENTREVISTA A ERIKA BORNAY POR ELINA NORANDI

La historiadora del arte y escritora Erika Bornay ha sido galordonada este año con el premio MAV en la categoría teórica/investigadora, una distinción que significa un indiscutible reconocimiento a una sólida carrera profesional en la cual los estudios iconográficos sobre mujeres han sido siempre su preocupación central.

Erika ¿qué significa el premio MAV para ti?

Significa un reconocimiento no sé si merecido o no a lo que he trabajado, y he trabajado mucho, sobre el tema de arte y mujeres, porque siempre ha sido una constante en mi trayectoria, desde los trabajos que ya hacía en la Facultad en mi época de estudiante. Como anécdota, recuerdo que el profesor Santiago Alcolea, muy paternalmente, me decía “¿nena, pero tú por qué haces siempre esos temas?”(ríe), es decir, que desde un principio ya tuve este interés.

¿De qué manera descubriste tu vocación? ¿Por qué decidiste cursar la carrera de Historia del Arte?

Siempre me había gustado. Me acuerdo de la primera vez que fui a París, tenía 16 años, mis padres me llevaron al Louvre y me quedé tan impresionada que ya no quería ver nada más de la ciudad. Les pedía que volviéramos al museo. Me llevaron tres veces.

A la hora de decidirme por una carrera yo quería hacer Sociología, que también es algo que me interesa mucho, pero en aquella época aquí no existía esta especialidad y mi padre me dijo que la economía familiar no permitía que yo pudiera ir a estudiar fuera, bueno, supongo que también quería tenerme cerca. Fui a unas clases de Ricard Miralles que explicaba el arte desde la óptica de Arnold Hauser, que en aquella época todos los profesores «progres» recomendaban, y pensé que bien podía acercarme al arte desde el punto de vista de la sociología. En mis clases siempre le he dado mucha importancia a la política, la economía, la sociedad, la moda… hacía énfasis en ello para que los alumnos comprendieran la relación que todos estos aspectos tienen para descifrar el relato artístico.

¿Y cómo surgió tu interés por los temas relacionados con las mujeres y su representación iconográfica?

No lo sé muy bien porque en realidad, en mi adolescencia sufrí poca represión porque mis padres me daban bastante libertad, pero no puedo decir por qué me interesé por este tema, la verdad no lo puedo decir. No sé… He pensado a veces si no me reflejé en mi madre, que sí había estado muy reprimida. En todo caso, piensa que ya algunos de mis trabajos de estudiante en la Facultad, que conservo, trataban de “la mujer en la cultura azteca”, “las mujeres en el cine español”, “la mujer en los prerrafaelistas”…

Tu tesis doctoral fue el punto de partida de tu conocida obra Las Hijas de Lilith, un libro que para muchas de nosotras tuvo la dimensión de un auténtica revelación, ya que tratabas temas de los que habíamos oído hablar muy poco con anterioridad, ¿de qué manera llegó a ti esta temática?

Como te he dicho, yo ya tenía interés por este tipo de investigación y más o menos por aquella época fui a Nueva York, y recuerdo que en una librería vi un pequeño cuaderno con imágenes, que todavía guardo, que era sobre la femme fatale, y esto me iluminó. En el folleto había unas veinte imágenes, pero no era ni un estudio ni el catálogo de una exposición, así que pensé que podría ser un buen tema para mi futura tesis. Ahí está el origen de las hijas, ¡un folleto!

Seguidamente publicaste La cabellera femenina, ¿a qué obedece este interés iconográfico?

Cuando estudié las mujeres fatales me di cuenta que algo inherente a su belleza, con lo que seducen a los hombres, es la cabellera. Según los psicoanalistas tiene connotaciones relativas a la fertilidad y al vello púbico, porque una mujer con una cabellera larga y abundante representa la juventud unida a la fertilidad y el poder que se desprende de esto. Ya tenía una gran cantidad de imágenes y así surgió la idea de ese estudio. En cierto sentido son la nietas de Lilith.

¿Y tus mujeres de la Biblia?

También fueron algunas de las mujeres fatales que había trabajado en Las Hijas de Lilith e investigué sobre varias más.

Uno de tus libros que más me interesa es el estudio que dedicas al pintor del modernismo catalán Ramón Casas, Aproximación a Ramón Casas a través de la figura femenina. Es una investigación que ha tenido mucha influencia posterior, por ejemplo, en las investigadoras que han tratado a la pintora Lluïsa Vidal, ¿qué despertó en ti la manera en que Casas representó a las mujeres para que desarrollaras una visión tan personal de su obra?

Porque conocía bien las imágenes femeninas recogidas por los pintores de la Escuela Catalana y, al estudiar las de Casas, observé que eran diferentes. Casas representaba mujeres modernas, que vendían billetes de autobús, que leían el periódico, que pintaban, que conducían, y constaté que nadie se había acercado a él para preguntarse por qué aquel distinto punto de vista. ¿Por qué a Casas le gustaba la mujer moderna? Entonces vi que a pesar de su fama de frívolo y despreocupado, se movía en un ambiente culto, de sensibilidad artística, en el que se hablaba de poesía, de teatro, iba al Liceo y se interesaba por muchas cosas culturales. Creo que no era el hombre tan frívolo que algunos pintan.

Durante muchos años has sido profesora de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, ¿cómo valoras tu actividad como docente?

Para mí ha sido muy enriquecedor dar clases, siento una gran nostalgia, sobre todo de ciertos estudiantes. En el aula me sentía como en casa, muy desinhibida, y podía hacer ironía y humor. Algo que no me pasa en las conferencias, ya que soy bastante tímida y no doy de mí todo lo que puedo dar en clase. Creo que he sido siempre mucho mejor como profesora, me refiero a mi discurso, que como conferenciante.

Siempre he tenido curiosidad por saber por qué nunca te has dedicado al comisariado de exposiciones.

Sí, es algo que podría haber hecho, pero mira, es que no me ha interesado, a mí siempre me ha gustado escribir. La gestión cultural nunca ha estado en mis planes.

Precisamente en los últimos años te has dedicado más a tu faceta literaria y has publicado tres obras: Los diarios de Fiona Courtauld, Las historias secretas que Hopper pintó y Lunes en la calle Slova (la mujer bosnia). Aunque la relación entre arte y literatura es una constante en tu vida y en tu trabajo.

Cuando acabé la carrera tenía que hacerme un currículum y solo me dediqué a la investigación de arte pero ya desde siempre sentía pasión por la literatura. Cuando tenía 18 o 19 años adapté dos guiones para la radio y también publiqué, en colaboración con un compañero, un libro para adolescentes, así que ya desde jovencita tenía este interés. También tengo 30 diarios escritos y dos novelas sin publicar. Mi tesis ya fue un poco heteroxa porque hay mucha literatura. Sobre el arte tengo una mirada literaria, en general me gusta interpretar una historia, por eso me interesa más la pintura figurativa. Siempre he relacionado arte y literatura. Fíjate que enmi obra literaria hago referencias constantes al arte. En mi primera novela ya hay un ambiente prerrafaelista. Y en esta última hablo de la vida de una pintora. Tal vez en la que menos guiños hago a referentes artísticos sea en Lunes en la calle Slova, pero los hago. ¡Ut pictura poesis!

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Sd.ediciones acaba de publicar tu última novela Amélie Chabrier o la embriaguez de una impostura. En ella narras la historia de una pintora del siglo XIX, una chica que partiendo de un ambiente marginal consigue llegar a ser una artista reconocida en el París del impresionismo. ¿Te has basado en alguna pintora en concreto para construir este personaje?

Amélie es un compendio de dos pintoras. La imagen física de ella, como yo me la imaginaba, está inspirada en Camille Claudel, tal como aparece en la fotografía que Circe utilizó para la portada de la biografía que publicó sobre ella. Un rostro de mujer resuelta, fuerte. Y también hay una inspiración en Paula Modersohn-Becker. Leí sus diarios, que me gustaron mucho. Me sorprendió que ella fue reconocida como escritora −su madre vendía sus escritos− antes que como pintora. También me llamó la atención su marido que, en esa época, le permitía ir a París y establecerse tres meses para ver lo que hacían las vanguardias y al mismo tiempo trabajar en su propia obra, y ella fue en tres o cuatro ocasiones mientras él se quedaba en Alemania.

Pero su marido Otto Modersohn era un pintor que pertenecía a una colonia de artistas que era muy tradicional, era un grupo de paisajistas. Ella al principio se unió a ellos, pero luego vio que ellos no avanzaban, que se repetían y ella, influida por Gauguin y otros postimpresionistas, tenía ganas de hacer otras cosas, necesitaba más y aquel mundo le quedó pequeño. Esto también le pasa a mi protagonista con su marido, que es un pintor académico, dibujístico, que hace los cuadros tradicionales que gustan al público, mientras que ella va mucho más allá, se interesa más por los colores, por la pincelada suelta.

He hecho una mujer inteligente y fuerte en todos los aspectos. Su inteligencia, su carácter decidido, su libertad sexual, su finalidad, que es el arte, y su empeño y todo lo que hace para conseguirlo, la conducen a la soledad, es cierto que podría no haber estado sola, pero lo decidirá. Pero no vamos a revelar mucho más…

¿Consideras que has escrito una novela histórica?

He hecho una fusión de novela e historia. ¿Sabes? siempre me sale la vertiente pedagógica, siempre quiero pasar mis conocimientos a las novelas y en esta última se puede encontrar mucha información histórica. Disfrutar aprendiendo ha sido un lema para mí.

Se trata de una novela muy bien documentada, muy cuidada en los pequeños detalles como las descripciones de los interiores, los muebles, la indumentaria, etc. La ambientación de la historia es inmejorable, se percibe constantemente tu conocimiento profundo del siglo XIX.

Sí, por ejemplo investigué sobre los perfumes que usaban las mujeres del siglo XIX, la moda, ¿qué vestidos podía usar una muchacha de su condición?, también la prostitución, que ya había estudiado mucho para Las Hijas de Lilith, además leí muchísimos catálogos y biografías de los personajes de la época, sin olvidarme de los diarios de los Goncourt. Indagué sobre los cabarets, las comidas… pero fue interesante y además divertido. Es que realmente es un placer escribir y estudiar al mismo tiempo, yo he aprendido con esta novela y con Lunes en la calle Slova, por ejemplo, muchísimas cosas.

Por último, Erika ¿nos podrías comentar algo sobre tu próximo proyecto?

Estoy preparando un libro, en el que, como en el de Hopper, se interrelacionarán, mitad y mitad, arte y literatura.

Ya estamos deseando leerlo.

 

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