OLGA DIEGO Y LA DEFINICIÓN
Teresa Lanceta
Para cualquier persona que le guste dibujar, la definición de la RAE resulta insuficiente. No es posible que un acto tan humano, cargado de intenciones y con un sinfín de posibilidades y resultados, se despache en unas frías líneas. Olga Diego ha pensado mucho sobre las restricciones ejercidas sobre determinadas definiciones, por lo que se arriesga a encararse con el término y a desvelar lo que oculta el diccionario.
Nos dice: dibujar es pensar, dialogar, avanzar, comprometerse, gozar, crear…
DIBUJAR ES DIALOGAR
Dibujar obedece a un instinto primario del que se extrae un extraordinario beneficio. A través unos medios sencillos, lápiz y papel, perpetúa aquella acción primigenia, casi refleja, aunque no exenta de voluntad, en la que el brazo y los dedos se extienden para dejar en la tierra o en una roca, ahora en el papel o en una tablet, una huella, una señal o un mensaje. Útil o no, el dibujo es un vestigio de diálogo, de información y transformación. Y de voluntad creadora.
Dibujar aúna habilidad manual, pensamiento y emoción de una manera sencilla, directa y gratificante.
Olga Diego da vida a unos individuos cuyo sexo les hace la vida compleja pero rica, que desdoblan su yo encorvándose bajo el fuego, que vuelan surcando el aire gracias a unos globos que tiran de sus cabezas o que deambulan empequeñecidos entre la multitud; asimismo nos muestra animales, de una humanidad infinita y herida, unidos a sistemas eléctricos de programación electrónica capaces de insuflarles aire haciendo de ellos esculturas. Todos estos personajes son interlocutores de los propósitos de Olga, de sus designios y sus ideas.
Los dibujos entrelazan a los artistas con los espectadores en un discurso de emociones, conocimientos y arte. Simplemente a través de unos trazos hechos sobre un papel con un lápiz, empieza el diálogo.
DIBUJAR ES AVANZAR
Los cuadernos de artista son documentos extraordinarios; utilizados a modo de diario ponen al descubierto el sistema de trabajo, el proceso y la metodología, algo que, habitualmente, es ignorado por el público al quedar velado por el resultado final. Olga Diego escribe y dibuja en las páginas de sus cuadernos, el desarrollo de sus proyectos, sus descubrimientos y avances. Las anotaciones, cálculos, esquemas y dibujos guardados en ellos muestran cuál fue la idea inicial, cómo ha ido transformándose y finalmente cómo se ha formalizado. En estas libretas, concreta algunos de los enormes hinchables y artefactos que ha expuesto en importantes espacios públicos. Construcciones todas ellas complejas con programación eléctrica o informática que permiten la interactuación del público, como la Roca presentada en la Sala Mustang o el Gulliver en el Centro Cultural Las Cigarreras, donde se invitó al público a finalizar el gigante con dibujos y grafitis.
En general, los cuadernos nos revelan su forma transversal de trabajar, sobre unos temas que se prolongan en el tiempo más allá de las exposiciones y que están abiertos a interferencias y contaminaciones, es decir, la serie de fuego puede incorporar la de vuelo, la de género lanzar un guiño a la de la multitud o convertirse en un artefacto.
No obstante, es preciso advertir que, aunque estemos hablando de esbozos y apuntes, la despreocupación por las formas y la composición no les resta cualidades creativas, al contrario, les aporta frescura y un interés añadido. Así es que en esas páginas donde los proyectos avanzan, se encuentran algunos de sus mejores dibujos, lo que, a nosotros, también nos hacen avanzar.
DIBUJAR ES COMPROMETERSE
Desde que en los 60, el cuerpo pasó de objeto a sujeto de la obra artística, no ha dejado de estar en la palestra. Su capacidad para cambiar cánones, transmitir ideas, emociones e incitar a la reflexión lo convierte en tema, lenguaje y paradigma.
Olga Diego dibuja incesablemente la complejidad de unos personajes sublimes sin más mácula que la que le atribuyen ojos maliciosos y ofuscados corazones. Olga desnuda los cuerpos, incluso el suyo propio, para expandir una conciencia más abierta y justa hacia determinados colectivos pero mientras, en sus performances o en sus vídeos, muestra un desgarro y desasosiego profundos y la absurdidad que subyace en las cuestiones de género, transgénero o discapacidad, en unos dibujos donde la visión es poética, incluso lúdica. Parecen alertar de que el cuerpo, trascendente o no, es lo que somos y tenemos, por lo que hay que atenderlo y respetarlo antes de que la muerte nos lo arrebate.
Olga no hace una reivindicación estridente, como solían hacerlo los artistas en los sesenta o setenta, su propuesta es callada, casi amorosa, no hay mayor exigencia que la del respeto. El personaje bicéfalo que expande humo de sus manos, o aquel otro al que le sale fuego de su cabeza son bailarines de la vida, personajes sutiles como el que le susurra a su amada, su amor desde su garganta.
La batalla está en el corazón de quien incrimina y persigue, no existe para el que la diversidad es una riqueza. Dibujar no es solamente contar, sino hacer ver, comprometerse.
Olga Diego, Aerostatos atados al cabello (serie Vuelo), 2001. Tinta sobre papel, 14 x 20’5 cm.
DIBUJAR ES GOZAR
La obra de Olga Diego presenta un plus de adrenalina: ella se la juega cada vez, no solo aquel día que, ayudada por amigos y familiares y con la única protección de un casco de moto, voló en globo sobre la playa del Carabassí y que acabó con la amonestación de un guardacostas. En aquel ambiente festivo y playero, Olga comprendió lo que en su interior ya sabía, que la fragilidad era su fortaleza, que los espectadores, sus compañeros, y que lo inesperado formaba parte de su trabajo, incluso cuando se combina con el riesgo y las contingencias. Allí, aquel día, el azar se suma como un componente de creación junto a motores reciclados y a programas informáticos, aquellos que establecen movimientos a sus hinchables y artefactos, y el público se hace partícipe, incluso co-autor, de sus instalaciones efímeras. La aventura se hace fuerte en medio de la alegría y la diversión. En sus dibujos, se trasluce la búsqueda, pero también el descanso, el goce de la arriesgada y aventurera Olga Diego. No hay que temer a la noche porque allí en la playa del Carabassí, mientras el globo la mecía por los aires y los últimos destellos de la luz del día entraban en las sombras de la noche, voló.
DIBUJAR ES CREAR
A través de los temas a los que aluden estos dibujos, sean cuestiones íntimas o sociales, o de los cálculos y esbozos para la construcción de los hinchables escultóricos o artefactos, a través de todo ello pero más allá hay un lenguaje, un lenguaje artístico, y en él volvemos a encontrarnos con Olga, la artista que traza líneas, manchas, vacíos, sombras, algunas marcadas, otras diluidas, incluso perfila personajes y animales con humo y fuego.
Miremos directamente los dibujos, cómo han sido hechos, sentidos y podremos ver que Olga no solamente tiene un criterio sobre la identidad, la fragilidad o el absurdo, sino que sabe sostener, comprender y dirigir las herramientas que su arte le pide y trazar con ellas la línea que une ambas orillas, la del arte y la de la vida. Con apenas un lápiz y un papel en sus manos, Olga Diego hace visible, lo invisible.
Esa es la creación artística, la humana.
Olga Diego, Y la definición, Casa Bardín, C/ San Fernando 44, Alicante. Del 11 de marzo al 30 de abril de 2014.
Comisaria: Teresa Lanceta.
Organiza: Dpto. de Arte y Comunicación Visual “Eusebio Sempere” del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.