CATACLISMO

REMEDIOS VARO, LA EXILIADA PERPETUA

Cubierta Remedios Varo.ai

 

REMEDIOS VARO, LA EXILIADA PERPETUA
Mª Ángeles Cabré

Ahora que en la escena cultural el surrealismo ha vuelto a ponerse de moda e invade la capital del país, como si la crítica situación actual, no atendiendo a las razones del raciocinio, invitara a escapar hacia horizontes que están más allá de la razón (o bien en un intento por invitar a los espectadores al sueño y alejarlos de las arduas dificultades de la vigilia; y de paso de la gravosa carga de su vigilancia, traducida en insistentes mareas multicolores), es también el turno de ellas: de las mujeres que participaron de la corriente artística surrealista. Pero como no podía ser de otro modo, asoman en pequeñas dosis, con la timidez que las propias Vanguardias les atribuyeron.

Shirley Ardener afirma que frente al “grupo dominante” que marcó el ritmo del movimiento surrealista ellas pasaron a ser el “grupo dominado” o “grupo mudo”, y en esa línea a ninguna de ellas se le ha dedicado (ni se le dedicará en breve) una gran exposición como la que consagró a Dalí el Museo Reina Sofía esta primavera-verano. La vanguardista Blanchard tuvo su espacio, cierto, por lo que el cupo de género está por ahora cubierto; aquí funcionamos así, qué le vamos a hacer. Por ello, las surrealistas apenas son apéndices del cuerpo principal de las dos grandes exposiciones vinculadas a dicha corriente que enseñorean ahora mismo Madrid: la actual temporal del Museo Thyssen-Bornemisza del Paseo del Prado, “El surrealismo y el sueño”; y la actual muestra de la Fundación Juan March, “Surrealistas antes del surrealismo. La fantasía y lo fantástico en la estampa, el dibujo y la fotografía”. Dos exposiciones que se han puesto de acuerdo incluso en su fecha de clausura, el 12 de enero de 2014.

Se trata de dos muestras más que recomendables, y que coinciden en el tiempo con el fallecimiento de una insigne pintora española, catalana para más señas, Ángeles Santos (surrealista en sus inicios, aunque más tarde tomara otros derroteros). Una pintora que ya centenaria nos dejó el pasado 3 de octubre y que en los años 30, como quien dice recién salida de la adolescencia, asombró al mundo artístico (incluidos Lorca y Gómez de la Serna) con una prodigiosa imaginación pictórica –corred a contemplar Un mundo al Reina Sofía y os quedaréis con la boca abierta–. Hace dos años (noviembre de 2011) Ángeles Santos cumplió la friolera de cien años, pero a ninguna institución se le ocurrió entonces hacerle el merecido homenaje que algunos hubiéramos esperado; apareció algún articulillo en la prensa y poco más. ¿Fue culpable la crisis, la desidia o directamente la arraigada amnesia de que hacemos gala respecto a la historia de nuestra pintura?

Un aniversario es también el que nos lleva a Remedios Varo (1908-1963), asimismo pintora surrealista y también gerundense como Santos, con quien se llevaba apenas tres años, pues se cumple medio siglo de su muerte. Ambas merecían coincidir en la célebre exposición logicofobista que tuvo lugar en 1936 en Barcelona, en la Librería Catalonia (haciendo honor a los tiempos que corren, hoy un McDonald), donde sí expusieron Varo y Maruja Mallo; no lo hicieron, aunque sí fueron reunidas en Fuera de orden. Mujeres de la vanguardia española (Madrid, Fundación Mapfre, 1999), hasta la fecha una de las mejores iniciativas en la recuperación del legado plástico de nuestras vanguardistas.

Como lamentablemente no se avizora ningún homenaje a Remedios Varo digno de tal nombre, las profesoras universitarias María José González y Rosa Rius han hecho el esfuerzo de brindarnos Remedios Varo. Caminos del conocimiento, la creación y el exilio. Reúne las ponencias que se dieron en el marco de dos seminarios sobre la pintora que tuvieron lugar en la Universidad de Barcelona, el primero en la facultad de Geografía e Historia y el segundo en la de Filosofía, respectivamente en noviembre de 2008 y octubre de 2009.

Aunque con el retraso propio del poco interés que se tiene en nuestro país por la obra de quienes ostentan poca testosterona, este libro bien cuidado y que incluye algunas ilustraciones viene a sumarse a la escasa bibliografía acerca de Varo made in Spain (México y el mundo anglosajón se han interesado mucho más por ella) y abre muchas puertas para su conocimiento, pues ofrece múltiples enfoques para el estudio de su obra, tremendamente sugerente y seductora, que desciende hasta los vericuetos del universo interior con pincel casi científico y fantasía desbordante. Como nos dice Rosa Rius: “En la obra de esta exiliada, que jamás regresó a su país natal, se fusionan los sueños, las visiones, los recuerdos, las despedidas, la soledad, los viajes, las vivencias, así como los temores de la guerra y la búsqueda del conocimiento y la verdad a través del arte, las religiones y la filosofía, y también a través de la ciencia”.

El volumen, como digo, abarca aspectos bien distintos que nos ofrecen interpretaciones complementarias de Varo, y en él caben tanto el análisis de la estrecha amistad que mantuvo con la inglesa Leonora Carrington (se mandaban a diario notitas plagadas de dibujos), como el estudio de los hilos en su pintura o de la armonía. También se analiza la importancia que adquirió en ella la alquimia y asimismo la influencia decisiva de los místicos rusos Gurdjieff y Ouspensky, siendo el primero ni más ni menos a quien se considera el responsable directo de la muerte de la escritora Katherine Mansfield, que acudió a la especie de sanatorio-comuna que este regentaba en Fontainebleau y allí falleció en 1923. Como nos dice la crítica de arte mexicana Tere Arcq, que fue curadora del Museo de Arte de México donde se halla el grueso de la obra de Varo, Gurdjieff planteaba la existencia de dos tipos de arte: el objetivo y el subjetivo. Ni que decir tiene que Varo optó por el subjetivo y a él consagró su talento. Por ello no es de extrañar que cuando en los años 40 los seguidores del controvertido místico-curandero llegaron a México y compraron un viejo molino, Remedios pasara allí largas temporadas, siendo al parecer la visitante favorita.

Paralelamente, resulta de sumo interés asomarnos a las pintoras españolas que recalaron en el París de los 30 de la mano de la hispanista Shirley Mangini (que incluye a la citada Mallo y a la más desconocida Delhy Tejero), e igualmente viajar hasta las artistas exiliadas en México que fue a visitar en su día Antonina Rodrigo (Varo entonces ya había fallecido, pero quedaban sus amistades). Y es que Remedios Varo tuvo la suerte, para ella, y la desgracia, para nosotros y para nosotras, de optar por el exilio cuando estallo la Guerra Civil Española, lo que le ahorró, a ella, unos buenos lustros de dictadura y nos escatimó, a nosotros, poder gozar de su consagración como artista y de las exposiciones que hizo en vida.

Y es que si exceptuamos sus inicios como estudiante de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y los años de juventud transcurridos entre Barcelona y París, la carrera de Varo, y con ella su madurez, se desarrolló en tierras mexicanas, a donde fue a dar acompañada del que fuera entonces su pareja, Benjamin Péret, huyendo de la Europa asolada por los totalitarismos. Eso la ha convertido en una artista mexicana de adopción, que jamás volvió a pisar España (en una ocasión, visitando a su madre en Hendaya, se quedó a las puertas). No regresó “en cuerpo”, pero por desgracia tampoco ha regresado jamás plenamente “en obra”, pues en México es celebrada como una de las grandes y aquí, en cambio, apenas podemos contemplar alguna de sus obras circunstancialmente; de las paredes del Thyssen cuelgan ahora mismo cuatro piezas. O sea que por ahora tendremos que conformarnos con leer este valioso volumen.

 

María José González Madrid & Rosa Rius Gatell (editoras), Remedios Varo. Caminos del conocimiento, la creación y el exilio, Eutelequia, Madrid, 2013.

 

 

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