BLANCHARD (EN EL MUSEO PICASSO DE MÁLAGA) NO DA EN EL BLANCO
Amparo Serrano de Haro y África Cabanillas
La exposición María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo, que puede verse actualmente en el Museo Picasso de Málaga, aunque muy meritoria, parece, sin embargo, seguir la línea de las últimas muestras individuales de mujeres que se han realizado en nuestro país, las cuales, aparentemente, no consideran o no dan valor a presentar la obra de estas artistas en su contexto creativo. Una vez más, el interés de estas exposiciones monográficas, y todo el mundo parece congratularse de ello, consiste en exhibir, exclusivamente, un conjunto —más o menos abundante— de obras de la creadora a la que se dedica, casi siempre de forma cronológica.
Si bien esto permite el acercamiento a las mujeres artistas con una consideración, seriedad y profundidad anteriormente inexistentes, tiene un grave inconveniente, que puede llegar incluso a ser contraproducente para su reconocimiento. Y es que, al no incluir en absoluto obras de otros creadores, tanto mujeres como hombres, es decir, al ser presentadas de manera completamente aislada, se obstaculiza, aunque sea sin pretenderlo, su inclusión y valoración dentro de las categorías de la Historia del Arte.
María Blanchard, Composición cubista, 1916-1919
Juan Gris, Periódico, vaso y pera, 1917
Estas exposiciones responden a un concepto de “genio” que ha quedado ya obsoleto, mientras que distintos teóricos han presentado alternativas como la “cocreación” (Griselda Pollock) o el “scenius”, esto es, el “escenario” (Brian Eno), que ponen el foco en un concepto de creatividad que, lejos de centrarse en el individuo al estilo de la cultura del Romanticismo, se produce cuando nos encontramos en un momento y espacio dado a personas tremendamente originales trabajando juntas. Conceptos dinámicos actuales que implican un intercambio de conocimientos y experiencias, frente al término estático y anticuado de “genio”, que funciona en base a la supuesta “incógnita mágica” de la personalidad creadora. De hecho, la historiografía del arte actual está fijando su atención en el estudio de las “redes”, es decir, de las relaciones, como elemento clave en la creatividad, su desarrollo y su difusión, especialmente en el caso de las mujeres, cuya colaboración durante tanto tiempo ha sido ocultada, manipulada y menospreciada.
¿Acaso se está siguiendo el criterio de exposición monográfica de un modo tan rígido y falto de imaginación que no admite incluir en muchos casos ni siquiera una obra de otro artista para ilustrar en qué medio cultural y formal está desarrollándose este trabajo?
Nos parece una verdadera pena que haya tantas ocasiones perdidas como estamos viendo en muchas exposiciones de mujeres en las que un criterio obsoleto, y seguramente usado con la intención de ensalzar su obra, en realidad, las deja en una especie de limbo, de tierra de nadie, que es como decir en otro tipo de oscuridad. ¿Acaso esos comisarios y comisarias al hacer estas exposiciones piensan que la obra de las mujeres va a quedar en evidencia al situarlas junto a la de los grandes artistas masculinos?… ¿no será al contrario? ¿Es qué la pintura de María Blanchard en el Museo Picasso de Málaga palidece al lado de la de un Juan Gris o incluso un Pablo Picasso? ¿Es qué Isabel Quintanilla, cuya obra se ha podido ver recientemente en el Museo Thyssen de Madrid, desmerece junto a la de un Antonio López? ¿Es qué los murales de Delhy Tejero en el Museo Patio Herreriano de Valladolid perderían sus colores cerca de los de un Daniel Vázquez Días o un José M.ª Sert? Si fuese así, sigue siendo un riesgo que vale la pena correr, y de todo ello los museos, en su infinita sabiduría, deberían publicar catálogos y organizar jornadas en las que profesionales con conocimiento de causa pudieran discutir tan interesantes aspectos. Pero todavía no hemos llegado a eso.
Isabel Quintanilla, Vaso, 1969
Antonio López, Restos de comida, 1971
Aunque es cierto que este tipo de monográficas se da lo mismo en el caso de artistas hombres que de mujeres, en el de ellas está más extendido y es más peligroso, ya que refuerza prejuicios sobre sus vidas y sus trabajos, aún muy difundidos, como son la supuesta excepcionalidad de las artistas, es decir, que se trata de ejemplos únicos que servirían para justificar la negación de la creatividad femenina o la supuesta falta de originalidad y valor de sus trabajos.
Ocultar esta problemática es una forma de deshonestidad, de falta de rigor y de subestimar, inconscientemente, el valor de las mujeres artistas. Esta comparación permitiría comprender el auténtico valor de estas creadoras y, es nuestra opinión, que no saldrían mal paradas, al contrario, y que el público agradecería la oportunidad de juzgar con sus propios ojos.
Delhy Tejero, Cena, Comedor del Hotel Condestable, Burgos, 1932
Daniel Vázquez Díaz, Poema del Descubrimiento, (Las conferencias o Colón con los padres franciscanos), Monasterio de la Rábida (Huelva), 1930