LOS SUEÑOS DE GRETE STERN
Rocío de la Villa
Críticos y sarcásticos, sagaces y divertidos, la serie de fotomontajes Sueños de Grete Stern expresaron la mirada feminista sobre los estereotipos de la mujer cargados por el sistema patriarcal a mediados del siglo XX y también la irrupción del deseo de libertad en el imaginario de las mujeres. Todavía hoy reclaman su vigencia.
Aunque unos pocos han sido muy difundidos e incluidos en varias colectivas, desde que en 1995 se expusieran en el IVAM, hace veinte años, no se veían en nuestro país los 46 fotomontajes de los que ha quedado negativo y copia vintage, a los que se han añadido cuatro versiones que no llegaron a publicarse. Originalmente, formaron parte de un conjunto más amplio de 140 imágenes que protagonizó las ilustraciones en la sección semanal «El psicoanálisis le ayudará” de la revista argentina Idilio, editada por el fundador de la editorial Paidós, entre 1948 y 1951, aprovechando la moda psicoanalítica.
Las lectoras enviaban sus sueños, que eran interpretados textualmente por el sociólogo Gino Germani, director de la publicación, bajo el seudónimo de Richard Rest; y visualmente por Grete Stern que, como cuenta en el interesante texto incluido en el catálogo “Apuntes sobre el montaje”, aún cuando ponía sus ideas en común con Germani, trabajaba con total independencia, excediendo en muchos casos la interpretación textual. Además, en el pequeño ensayo habla de diferentes técnicas y aplicaciones del fotomontaje, y sitúa en el dadaísmo, primero, y en el surrealismo después, sus orígenes en el collage y los autores más relevantes: Grosz y Heartfield, Schwitters, Man Ray… −curiosamente, Stern no incluye a Max Ernst, ni a Hannah Hoch−; a la postre, todos afines de algún modo de la declaración de André Breton: “la imagen más fuerte es la que presenta el mayor grado de arbitrariedad”. Vocabulario dadá y después surrealista que Stern demuestra conocer a la perfección con la utilización de elementos siniestros, como los muñecos, e incisivas alusiones eróticas.
Sin embargo, este influjo no había sido el recorrido por las vanguardias de la alemana Grete Stern (1904-1999) antes de haber llegado exiliada a Buenos Aires, recién casada con el fotógrafo Horacio Coppola. Formada primero en artes gráficas en Stuttgart y después en fotografía en la Bauhaus, todavía en Alemania y después en Londres, antes de emigrar a Argentina, fundó con su amiga Ellen Auerbach la agencia Ringl+Pit (sus apodos infantiles) dedicada a retratos de la élite cultural y donde ya realizaban fotomontajes cuyo tema predominante eran las mujeres. Allí también se iniciaría en el psicoanálisis, como paciente de la famosa psiquiatra Paula Heimann. Circunstancias que explicarían después el encargo en la revista Idilio.
Para plasmar en imágenes los sueños de las lectoras, Stern utilizaba varios recursos, como la distorsión de las proporciones y de la perspectiva. A partir de un boceto, utilizaba imágenes de su archivo para los fondos y otros elementos, mientras los personajes eran interpretados por familiares, por lo que el aspecto de las protagonistas de las ilustraciones resultan más chic que las lectoras que enviaban sus sueños, generalmente de clase baja y con seudónimo como «la mendocina narigona”, “la chiquita”, “la negra fea”. En algunos casos, a las sobreimpresiones, añadía elementos gráficos, como sombras o bordes subrayados. Otra estrategia común era neutralizar la expresión facial de las protagonistas, aunque los sueños fueran auténticas pesadillas. A partir de los relatos enviados por las lectores, hay una suerte de generalización que se condensa bajo títulos como Sueños de aislamiento, Sueños de angustia, Sueños de desorientación, etc., porque como sabía Stern, “el título de un fotomontaje juega siempre un papel muy importante”.
Muchos de los fotomontajes para Idilio muestran con ironía el estado de opresión y manipulación de las mujeres bajo el patriarcado. La objetualización de las mujeres es ostensible en imágenes como Artículos eléctricos para el hogar, o en el Sueño del pincel, donde la mujer prácticamente es reemplazada por su cabellera, atributo de atracción masculina, mientras que su rostro parece expresar el típico estado de éxtasis amoroso.
Artículos eléctricos para el hogar
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Es interesante que Stern, como profesional independiente y artista vanguardista, se posicione afín a Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949), cuando subraya la complacencia de las mujeres con su alienación. La ironía de las imágenes pretende espolear la independencia de las soñadoras.
En otras, el tratamiento tiende a ser, en cierto modo, compasivo, por ejemplo, cuando aborda la frustración del talento de alguna que pretendía ser concertista de piano, pero que termina topándose con el teclado de la máquina de escribir de una secretaria; pesadilla real que todavía sigue atenazando a tantas mujeres creativas a quienes se cierra el paso.
Por último, otro grupo de Sueños tendrían que ver con cuestiones de identidad; o bien, serían imágenes liberadoras, donde las protagonistas, ajenas a la dominación masculina, aparecen sueltas y desembarazadas, flotando incluso en el espacio sideral.
En la época en que realiza estos Sueños, Grete Stern ya se había separado (en 1943) del fotógrafo Horacio Coppola, con el que tuvo dos hijos, y había convertido su casa conocida como “la fábrica” –por su estructura moderna, ideada por el arquitecto Wladimiro Acosta– en lugar de encuentro de intelectuales y artistas. De hecho, en 1954 el grupo madí realizó allí una de sus primeras exposiciones.
Simultáneamente a su trabajo en la revista Idilio, Stern siguió retratando a figuras destacadas en la sociedad de la época, realizó trabajos de diseño gráfico para publicidad y colaboró con otras editoriales. También comenzó a viajar por Argentina, registrando poblaciones de aborígenes en regiones entonces remotas, que plasmó en varios libros. En 1956 creó el departamento de fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes, siendo responsable del área de conservación y de exposiciones. Después de jubilarse, en 1970 viaja a Europa, Israel, Estados Unidos y Perú. A principios de los años ochenta, abandona la fotografía, afectada por una pérdida de visión que le impedía trabajar, y regaló los equipos a sus alumnos y colaboradores. Entonces, comienzan los reconocimientos de su trabajo en museos europeos y latinoamericanos, con la difusión de esta serie que durante décadas fue olvidada, por ser publicada en una revista femenina popular.
Cuerpos celestes, sueño cósmico
Grete Stern, Sueños, Círculo de Bellas Artes, Madrid. Hasta el 31 de enero de 2016.