EVA LOOTZ: EL AGUA, NO HACIENDO
Marta Mantecón
Coincidiendo con el curso “Mostrar-Nombrar. Discursos Inacabados” en el contexto del programa estival de la UIMP, Eva Lootz ha reunido parte de su trabajo en una exposición monográfica que bajo el epígrafe “El agua, no haciendo” se muestra en el Palacete del Embarcadero, un espacio expositivo situado al borde del mar en el centro de la bahía santanderina.
La artista austríaca afincada en España desde finales de los sesenta, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1994 y Premio MAV en 2010, entre otros galardones significativos, propone una reflexión sobre el agua y su fluidez como elemento desactivador de la centralidad del sujeto, que nos invita a superar nuestra autoclausura identitaria y que, en última instancia, lleva a una consideración más amplia sobre el uso que hacemos de nuestros recursos hídricos, la degradación de nuestro entorno, el acceso al agua potable o la eterna liza entre naturaleza y cultura. Todo ello se enmarca en un proyecto más amplio iniciado a finales de los setenta que le ha llevado a investigar conductos de agua proveedores de agua potable (el Canal de Isabel II en Madrid), cuencas hidrográficas (los ríos de la Península Ibérica) y oasis en vías de desaparición (Quillagua en la región de Antofagasta en Chile).
Ajena a consideraciones formalistas del arte o a cualquier estructura encerrada en sí misma, Eva Lootz ha concebido una instalación envolvente que aúna materia y lenguaje, como viene siendo habitual en su poética, a partir de una selección de dibujos, esculturas y fieltros troquelados. Contra cualquier noción de fijeza, la artista trabaja con lo fluido, lo mutable, lo difícilmente aprehensible, lo que no tiene una morfología determinada (“la forma no es más que tiempo detenido”, ha afirmado en alguna ocasión, aludiendo a la tendencia de toda materia organizada a romper la forma que la limita y reconciliarse con lo fluido, tal como apuntaba Deleuze)1.
El agua se presenta como un elemento esencial en la vida («suave y dócil, sirve a todos los seres y no exige nada para sí», señala el Tao Te Ching), un material escurridizo que, pese a su apariencia blanda y amorfa, puede adoptar cualquier forma, conectar y formar redes, fluir hacia cualquier lugar, pero que también es capaz de erosionar cualquier sólido, algo que los taoístas relacionaban con la noción de “wu wei” (“no-hacer”); de ahí quizá el revelador título de la exposición: “El agua, no haciendo”.
Dos composiciones de 30 dibujos realizados en Madrid y Berlín en 2013 y 2015 respectivamente, dispuestas a la entrada y salida del recinto expositivo, presentan a modo de diario o laboratorio de trabajo una serie de fragmentos, apuntes visuales y anotaciones escritas con algunas claves de su filosofía. La propia artista ha comentado a propósito de sus dibujos, que actúan como sondeos o paladas que buscan aquello que no está a la vista, “como quien va a descubrir una mecha que adivina ardiendo bajo la arena, un estrato rico en cristalizaciones en el interior del monte, un río subterráneo, un enterramiento”2, asunto este sobre el que vuelve en la serie “Actos fallidos”.
Eva Lootz, Dibujos I, Madrid, 2013
Eva Lootz plantea en el espacio central del espacio expositivo un juego con dos materiales muy distintos que le permiten hablar de lo líquido a través de lo sólido: por un lado el mármol, material escultórico por excelencia que, en este caso, le sirve para materializar un elemento líquido, una roca metamórfica dura que se puede tallar, posible alusión a la cantera de donde proviene o a las acciones de explotación o sustracción y, por otro lado, el fieltro, un material ecológico, biodegradable y absorbente, que curiosamente resulta flexible y modelable con agua.
Coherente y comprometida, su análisis de la escultura más allá de la forma le lleva a escuchar la materia, dialogar con ella, investigar sus implicaciones sociológicas, tecnológicas, económicas, políticas y, por supuesto, estéticas, en su naturaleza indiferente a lo humano, frente a lo problemático de la subjetividad.
Vista de la exposición en el Palacete del Embarcadero de Santander
La artista establece una relación entre la red hidrográfica y la red digital a través de tres esculturas de mármol generadas mediante un programa informático con el que ha dado forma a la historia de los ríos, que constituye un análisis sobre su evolución utilizando distintos parámetros, como los datos relativos a la transformación del curso del Guadalquivir a lo largo de los últimos 272 años y sus crecidas e inundaciones (“Bajo Guadalquivir 272-1” y “Bajo Guadalquivir 272-3”) o datos sobre la construcción de presas y el aumento de la superficie cultivable en el siglo XX (“Embalses 116-P.R.”).
Rodeando el perímetro del espacio, una serie de fieltros troquelados de color arena con proposiciones lingüísticas procedentes de dos series distintas (“Aforismos en el agua” y “Actos fallidos”), generan un recorrido circular que profundiza en la fricción entre lo visible y lo decible, “lo que entra dentro del campo de la visibilidad y qué es lo que se sustrae a ella”3. La serie “Aforismos en el agua” tiene que ver con las implicaciones socio-políticas del agua: “Agua es el nombre futuro de la sed” o “Agua es el nombre de la gota que colma el vaso”, mientras que “Actos fallidos” tiene que ver con la capacidad de nuestro inconsciente para burlar lo racional partiendo de situaciones psíquicas que se encuentran en un punto ciego de la visión y, por tanto, escapan a nuestra consciencia: “Como quien haciendo tiempo pierde el tren”, “Como quien por huir del perro se encuentra el león”, “Como quien arreglando el tejado hunde la casa” o “Como quien por contar las ovejas no advierte el lobo”. Tal como ha subrayado la artista, “bajo la apariencia apacible de las cosas se advierten agitaciones incesantes: roces, combates y disputas; es la batalla apenas perceptible pero sin tregua que libran en la conciencia palabras y presencias no nombradas”4.
Detalle de la exposición en el Palacete del Embarcadero de Santander
Esta reflexión se materializa asimismo en una pieza de vidrio suspendida que presenta las palabras “mostrar” y “nombrar”, dos conceptos que definen su actividad y que tienen que ver con lo que se da a ver, los umbrales del lenguaje y la brecha existente entre “lo que somos capaces de decir y aquello que somos capaces de ver”, que se puede relacionar con la célebre expresión acuñada por Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Por otro lado, la escultura recuerda un neón que, en lugar de proyectar luz, genera sombras. Y es que para la artista mostrar no es lo mismo que nombrar y lo visible constituye siempre un territorio resbaladizo y lleno de ángulos ciegos, “sembrado de pliegues donde se esconde lo que no tiene nombre”5.
Eva Lootz, El agua, no haciendo, Palacete del Embarcadero, Muelle de Calderón s/n, Santander. Del 9 de julio al 6 de agosto de 2015.
Notas:
1 Eva Lootz, Laboratorio de paisajes, Fundación Antonio Pérez, Diputación de Cuenca, 2003.
2 Eva Lootz, “Cuando cada dibujo…”, en Dibujos (cat. exp.), Diputación de Granada, 2000.
3 Eva Lootz, Escultura Negativa, Fundación Arte y Mecenazgo / La Oficina de arte y ediciones, Madrid, 2014. Véase el artículo escrito por Rocío de la Villa sobre este libro: http://www.m-arteyculturavisual.com/2015/02/09/eva-lootz-escultura-negativa/
4 Eva Lootz, “Cuando cada dibujo…”, op. cit.
5 Eva Lootz, Lo visible es un metal inestable, Ardora, Madrid, 2007.