CATACLISMO

POR QUÉ NO NOS DEJAMOS FOTOGRAFIAR POSANDO

dress-like-a-woman-hashtagImagen de la campaña “dress like a woman”

 

Por qué el periódico El País no ha querido escuchar a MAV. O por qué no nos dejamos fotografiar posando

Marián López Fdz. Cao, Presidenta de MAV

 

Hace unas semanas, una periodista de El País me llamó, como presidenta de MAV, para hacerme una entrevista sobre arte y moda. En un principio, le dije que yo no era una experta en moda pero, tras su insistencia por sí serlo de arte, accedí.

Aunque en un principio pensaba hablar sobre la banalidad de las revistas dirigidas a mujeres que dan por hecho nuestra ansia consumista y nuestra continua necesidad de agradar a los hombres, pensándolo mejor caí en la cuenta de que era una buena ocasión para reflexionar en voz alta sobre el acto de vestirse y la diferencia con lo que viene a entenderse por moda, destinada en principio a las clases más acomodadas y luego, a sectores más amplios de la población.

Pensé que les interesaría nuestro punto de vista desde el género, reivindicando una mirada compleja y multidisciplinar del fenómeno llamado moda. Introducir aspectos relacionados con la sujeción del cuerpo femenino a través de la moda, ocultando el cuerpo femenino durante siglos, para rediseñarlo e inmovilizarlo posteriormente a través de corsés, polisones y demás artilugios que hacían de la silueta femenina la de un reloj de arena, podía ser un motivo de reflexión que nos llevase hasta el día de hoy, donde las cosas, por cierto, no han cambiado tanto. Comentar cómo en muchos casos la moda del XIX y la alta costura femenina del XX se convertía –como bien señala la directora del Museo del Traje, Helena López de Hierro– en un elemento de ostentación masculina.

Pensaba también que podíamos comparar el sistema del arte con el sistema de la moda, donde la pirámide laboral es muy parecida pero más cruel sin duda en la moda: millones de seres que comparten doble o triple subalteridad –ser mujer, pobre y de países explotados– que cosen en régimen de casi esclavitud la ropa que diseñan en general hombres occidentales de clase alta, que marcan tendencias sobre el cuerpo de las mujeres y que se atreven a decir que nunca serían feministas porque no son lo suficientemente feos (Lagerfeld dixit).

Pensaba también que les interesaría nuestra postura sobre la famosa frase “un chándal es un signo de derrota” (Lagerfeld aussi), que nos hace pensar cómo la indumentaria de los seres puede despertar juicios tan frívolos, clasistas y estereotipados que nos lleva a concluir la necesidad imperiosa de una educación ética urgente en el ámbito de la moda.

Y ahondando en el arte, que de eso se trataba la entrevista, creí que verían interesante nuestra reflexión sobre cómo algunas artistas habían reflexionado y transgredido los cánones estéticos de la moda: desde una Frida Kahlo que optaba por el huipil, para desafiar una vestimenta a la europea y reivindicar otro modo de estar a través del tejido que la envuelve y significa, hasta una fantástica Ribot, que pone en tela de juicio en alguna de sus performances, las medidas ideales de las mujeres, a través de la ironía, hasta mostrar el absurdo de las mismas. Todo ello pasando por una Teresa Margolles que toma el último tejido que ha envuelto a las mujeres asesinadas por la violencia machista o una Beth Moises que reflexiona sobre el traje de novia como símbolo de un amor romántico que vuelve su faz más terrible. O una Alicia Framis, o una Marisa González.

Pensamos que a El País le podría interesar todas estas cosas.

La periodista me invitó también a que, aprovechando la entrevista, hiciera, junto con otras entrevistadas, un posado con ropa que ella nos proporcionaría. Le dije amablemente que declinábamos la invitación.

Le dije amablemente que en tanto que yo represento a una asociación que reivindica la dignidad de las mujeres en las distintas profesiones en el ámbito del arte (artista, galerista, comisaria, conservadora, etc.), no me parecía coherente posar como una modelo porque, precisamente, yo no soy una modelo, sino una investigadora y profesora universitaria, más concretamente. Que son las modelos las que deben posar, no yo.

Le sugerí además que, dado que coincidía plenamente con la reacción de las mujeres estadounidenses al comentario de Donald Trump sobre que las mujeres de su entorno debían “vestir como mujeres”, desatando la espléndida campaña “dress like a woman”, donde señoras de todas las profesiones (bomberas, médicas, investigadoras, etc.) se mostraban con su atuendo profesional bajo ese slogan, por qué no aprovechaba el tirón –más progresista y periodístico sin duda– y mostraba a las mujeres “vistiendo como mujeres”.

Ella agradeció la sugerencia, pero volvió a insistir en que reconsiderara el posado. Quedamos en una hora para la entrevista telefónica al día siguiente. Esperé paciente al lado del teléfono. No llamó. Le envié un par de e-mails. Me llamó unas seis horas más tarde para disculparse y decirme que, sintiéndolo mucho, si no había posado, no había entrevista. No se por qué –intuición femenina ha de ser– me lo había imaginado.

En fin, le dije que me resultaba llamativo que un periódico que se decía liberal y progresista sometiese el discurso y opinión de las mujeres a su presencia física. Le dije que no tenía ningún problema en ser fotografiada en mi despacho o dando clase, que el asunto fotografía no era el problema y le insistí –amablemente– en la arriesgada ideología subyacente en ese tipo de artículos que, aprovechando un motivo cualquiera, al final nos ponen a posar con esta u otra marca de moda, dando por supuesto que todas las mujeres conservamos la fantasía de haber querido ser modelos en algún momento de nuestra juventud.

¿Les pedirán lo mismo a los coleccionistas más influyentes? ¿A los galeristas? ¿A los filósofos, escritores, investigadores?

Ya ven ustedes. Se cumple el canon: las mujeres somos cuerpo por encima de logos. Materia modelable.

Ya ven ustedes uno de los motivos por los que se silencia el discurso de una mujer.

Feliz marzo.

Ver el reportaje  Arte y moda. Cruce de caminos.

 

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