CATACLISMO

ENTREVISTA A OLGA BRYUKHOVETSKA por Piedad Solans

Olga Bryukhovetska
ENTREVISTA A OLGA BRYUKHOVETSKA
Piedad Solans
Olga Bryukhovetska es una teórica ucraniana de cine y cultura visual, interesada en programas de investigación emancipadores. Estudió filosofía y estudios culturales en Kiev y realizó su PhD en teoría psicoanalítica del cine. Desde 2007 es profesora de cursos de cine, cultura visual y comunicación en el Cultural Studies Department of National University of Kyiv-Mohyla Academy de Kiev. En 2008 fue cofundadora del Visual Culture Research Center (Kyiv). Vive entre Kiev y Berlin.

Tu reciente investigación aborda la cultura Soviética y post-Soviética, enfocando los valores y estándares sexuales, nacionales y (post)coloniales de la construcción de la identidad. ¿Podrías decirnos cuáles son las líneas de trabajo que estás llevando actualmente a cabo en el Visual Culture Research Center de Kiev, del cual eres cofundadora?

Con los recientes sucesos turbulentos, la teoría crítica poscolonial es más que pertinente hoy en Ucrania. Nos enfrentamos a las consecuencias de la resurrección de la ideología imperialista neoestalinista en la Rusia actual. De hecho, la articulación particular de dos discursos emancipadores, uno anticolonial y otro antipatriarcal, articulación entre lo nacional y lo sexual, puede ser vista como uno de los rasgos característicos del feminismo ucraniano. En muchos casos, el feminismo en Ucrania está ligado a la agenda poscolonial, con la búsqueda de una identidad nacional. El ejemplo más sorprendente de esta articulación nacional-sexual es la novela Fieldwork in Ukrainian Sex (1996), del escritor ucraniano Oksana Zabuzhko, proclamado la Sylvia Plath ucraniana. La novela semiautobiográfica llegó a ser un best seller en Ucrania y fue recientemente traducida al inglés. La posición del autor es, sin lugar a dudas, la de empoderar a las mujeres que denuncian su experiencia corporal, reprimida por el orden patriarcal que las deja sin habla. Pero su postura es más bien mitológica, protopolítica, y contiene una buena cantidad de esencialismo. Se puede incluso discernir el orden del día conservador amenazante en esas páginas emancipadoras. La articulación entre lo nacional y lo sexual continúa siendo explosiva hoy en Ucrania. Hay un caso sorprendente, el de Ucranian Body (2012), una exposición en el Visual Culture Research Center, prohibida por la Universidad que albergaba el centro, que encabezó la expulsión de este último de la Universidad, a pesar de la petición firmada por reconocidos intelectuales del mundo. Este ejemplo de la censura, lejos de ser una excepción de la realidad ucraniana, es probablemente el caso mayor en la historia de la Ucrania democrática independiente, que revela que la articulación de la sexualidad y la identidad nacional continúa siendo un esfuerzo peligroso. Esto me ha fascinado más y más. Me gustaría escribir algo así como una historia del “cuerpo ucraniano”, en el que la sexualidad daría también lugar a las experiencias corporales más oscuras de dolor y enfermedad, incluyendo el cuerpo Chernobyl, ampliamente reprimido del discurso público. Creo que la combinación de marxismo y psicoanálisis provee de la mejor base teórica para tales programas de búsqueda emancipadora.

¿Cuál es la situación actual de artistas y teóricas en el campo de las artes y la cultura visual en Ucrania y cuáles son los cambios, diferencias y desafíos con respecto a la era Soviética? ¿Existe alguna Asociación –lejos de los Sindicatos Creativos de la URSS– que conecte y provea de espacio a sus ideas y actividades profesionales?

Según una de las más prominentes figuras del arte contemporáneo ucraniano, la curadora y directora del CCA Kateryna Botanova, la mayoría de la fuerza de trabajo en los campos artísticos es femenina. En su ensayo “Crowds of hardworking women”, que fue publicado en 2013 en la línea temática de la revista feminista I, dedicada al arte contemporáneo, Botanova estima que el trabajo de las mujeres consiste en un 85-90% en posiciones subordinadas y un 65% en posiciones declaradas en este campo. Estas mujeres trabajadoras hacen un montón de invisible, agotador y a menudo no pagado trabajo. Académicamente, de manera similar, la aparentemente “disminuyente” discriminación de género se explica, al menos en parte, por la pérdida de sus estatus privilegiados en los campos de la educación y la ciencia, que disfrutaron durante el periodo soviético.

Que yo sepa, no existe una Asociación especializada en los campos de arte y culturas visuales en Ucrania, pero hay un montón de ONGs en Ucrania que tienen que ver con diferentes aspectos de la desigualdad de género en nuestra sociedad. No estoy realmente segura de compartir la idea de un “separatismo” femenino, en general. No se trata tanto de separarse de las relaciones explotadoras, sino de abolir la explotación y de establecer relaciones igualitarias.

Quizás este no es un buen momento para nosotras. Quizás esto explica una decisión de una iniciativa feminista separatista ucraniana, Feministychna Ofenzyva (Feminist Offensive, 2011-2014), de finalizar su existencia después de Maidan. Maidan mostró una tremenda solidaridad entre hombres y mujeres. El separatismo femenino, llamado Zhinocha Sotnia (Woman’s Hundred), era femenino más bien que feminista, estaba más próximo a abreviar “femen” antes que a un feminismo pleno (aquí me refiero, por supuesto, al famoso grupo ucraniano Femen, que se especializa en protestas callejeras topless y adoptó el programa postfeminista de afirmación subversiva).

No se puede decir que la desigualdad de género haya desaparecido en Ucrania, no lo hará inmediatamente. De acuerdo al Global Gender Gap Report de 2014, Ucrania ocupa el puesto 56 en la evaluación de igualdad de género. Es mucho más bajo que el estándar de los países europeos. Incluso la “autoritaria” Bielorrusia está por delante de Ucrania en este aspecto.

Pero el feminismo se vuelve más fuerte en Ucrania. Tomemos un ejemplo en el campo académico. Cuando en 2010 estuve preparando la bibliografía sobre mujeres y feminismo ucraniano para el proyecto Gender Check: Femininity and Masculinity in Eastern Europe, apenas pude encontrar algo escrito en inglés sobre este tema. Recientemente, dos volúmenes académicos han aparecido en inglés, Mapping Difference: the Many Faces of Women in Contemporary Ukraine (2011), editado por Marian J. Rubchak y publicado por Berghahn Books, y Gender, Politics, and Society in Ukraine (2012) editado por Olena Hankivsky y Anastasiya Salnikova y publicado por University Toronto Press. Imagino que es justo un principio. Para una descripción del conflicto feminista en Ucrania, me gustaría referirme a dos breves ensayos de 2012 realizados por la conocida feminista e investigadora en sociología ucraniana, mi colega en la Universidad Tamara Martsenyuk, profesora asociada al departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Kyiv-Mohyla Academy:Ukraine’s other half” y «Ukrainian Feminism in Action«.

Incluso siendo menos conocida fuera del país, en comparación con el activismo de calle de Femen, Feministychna Ofenzyva colaboró mucho más por la aparición de la conciencia feminista en Ucrania. Regresó al significado político del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, que en la Unión Soviética llegó a ser una versión conservadora del Día de la Madre, cuando las mujeres reciben flores y felicitaciones por su buena manera de cocinar. Las marchas feministas del 8 de marzo, que tienen lugar cada año desde 2011 en Kiev, son en extremo importantes para la reclamación pública de los derechos de las mujeres, incluso si los resultados no son inmediatamente visibles. Ofenzyva también realizó un número de importantes proyectos culturales, entre los cuales el más transformador, según la crítica y filósofa feminista Tamara Zlobina, fue una exposición feminista performativa, Zhinochyi Tsekh (Woman’s Shop-floor), tras la cual “género y feminismo dejaron de ser palabras obscenas en el arte del mundo ucraniano y muchas más obras feministas emergieron” (esta observación la compartió conmigo en una conversación privada). Tamara Zlobina, que reside en la pequeña ciudad Kamianets-Podilskyi, en el oeste de Ucrania, prefiere el postfeminismo o, tal como ella lo refiere, el «feminism 2.0«.

Más básicamente, el trabajo educacional feminista es también relevante para Ucrania. Nadiya Parfan, una bien conocida feminista, cofundadora de Offenzive, comisarió recientemente un programa en las pantallas, Bechdel-Test (agosto de 2014), refiriéndose a la manera de testar o comprobar la misoginia en el cine, inventada por la artista americana Alison Bechdel en 1985. Según ella, una película pasa el test si están presentes tres condiciones: hay al menos dos mujeres, conversan una con la otra, no hablan de hombres. Se podría decir que es más bien una modesta reclamación desde un tiempo postfeminista liberado hoy día, incluso si la mayoría de las películas probablemente no lo pasaran.

Creo que las organizaciones profesionales de trabajadores culturales, sindicatos o asociaciones con una agenda emancipadora (debo referirme aquí a Art Workers’ Self-defence Initiative, tienen un importante papel que desempeñar en la transformación democrática de Ucrania. Tales autoorganizaciones, como iniciativas de las clases trabajadoras, son alternativas progresistas en el trabajo cultural frente a los semimuertos sindicatos (Creative Unions) conservadores.

¿Cuál es la actitud de las feministas ucranianas frente a la guerra con Rusia y desde dónde se ejerce la crítica de las artistas y teóricas a la situación actual?

Durante Maidan, el inacabado pino New Year, una construcción metálica vertical, sirvió como un espacio simbólico de articulación de su posición. Tras la ofensiva de la intervención rusa en Ucrania, apareció un nuevo eslogan en él. En el eslogan se lee: “Amo a los rusos, odio a Putin”. Nosotras no igualamos a los rusos con el Kremlin, de hecho queremos ayudarles a superar esta enfermedad cancerígena, Kremlin Matrix, que destruye la sociedad rusa, la hace literalmente insana. Una siente pesar por la ingenuidad infantil y la ausencia de facultad crítica de la mayoría del pueblo ruso. Al final, junto con los bielorrusos, son las personas más cercanas a nosotros y nosotras en el planeta, con quienes tenemos una larga historia común, incluso si no fue muy feliz.

Pienso que la mayoría de ucranianas y ucranianos, no sólo feministas, están contra la guerra. Cualquier guerra es irracional y debe ser detenida. Pero desafortunadamente, la realidad parece ser estúpidamente irracional también. Sabemos que la guerra no pasará muy pronto y tenemos que ser utilizados por ella como fuimos usados por la radiación después de Chernobyl.

La oposición artística contra la ocupación rusa adquirió dimensiones tanto representativas como institucionales. Al nivel de la resistencia institucional, había la posibilidad del boicot. El boicot es una forma de resistencia pacífica, un poder del débil. La mayoría de la gente en Ucrania ejercitó el poder del consumo para boicotear los productos rusos. La respuesta artística en Ucrania fue Split. Algunas y algunos artistas rechazaron exposiciones en Rusia, que estaban previamente concertadas. Manifesta 10, que tenía lugar en San Petersburgo durante la ocupación rusa de Ucrania, se convirtió en un duro terreno. Desgraciadamente, ambos participantes ucranianos del mismo programa no se retiraron. Hay un texto, «Drawing a blank: Ukraine’s Maidan protests and Manifesta«, publicado en la revista Frieze, donde yo, junto con mi marido el artista norteamericano Sean Snyder, discutimos esta cuestión.

¿Cuáles son las ventajas para una teórica ucraniana como tú, en el momento actual, de vivir de alguna manera “exiliada”, en una ciudad como Berlín? ¿Podrías describir tu forma de vida y tus relaciones culturales en la ciudad?

Vivir entre dos culturas diferentes y disfrutar discerniendo la diferencia es siempre una profunda experiencia transformadora. Es una experiencia heurística, enseña un relativismo cultural. Tiene un muy creativo efecto desnaturalizador.

“Exilio” es una palabra muy precisa para mi situación, aún si no lo es en un sentido político. Mi exilio es muy personal. Mi marido sufre un serio daño cerebral y nos costó tres años volver a vivir lo que ambos estamos realizando.

Berlín es una ciudad bella y vibrante, y encuentro un montón de gente fantástica aquí. Pero mi amor está en Kiev. Donde nací y crecí. Nunca seré capaz de dejarla. Quizás llegue a ser un puente entre ambas.

 

Traducción: Piedad Solans, noviembre de 2014.

 

Introduce tu comentario

Por favor, introduce tu nombre

Debes introducir tu nombre

Por favor, introduce una dirección de e-mail válida

Debes introducir una dirección de e-mail

Por favor, introduce tu mensaje

MAV Mujeres en las Artes Visuales © 2024 Todos los derechos reservados


Diseñado por ITCHY para m-arte y cultura visual